Logo
NOTICIAS
play VIDEOS

Inicio > Noticias > Fútbol

31 de agosto de 2025 a las 09:40

América gana sin afición, Saint-Maximin sigue imparable

Un triunfo agridulce. Así se podría definir la victoria del América sobre Pachuca. Un 2-0 que en el papel suena contundente, que habla de un equipo sólido y en ascenso, pero que en la realidad se vivió con un sabor extraño, un vacío que ninguna victoria puede llenar. El silbatazo inicial marcó el comienzo de un partido atípico, un encuentro disputado en un escenario fantasmal. El imponente Estadio Azteca, acostumbrado al rugir de la afición, se transformó en un desierto de cemento. Las gradas, habitualmente un hervidero de colores y cánticos, permanecieron mudas, frías, como un testigo silencioso de un espectáculo incompleto.

La decisión de la alcaldía Benito Juárez de celebrar el partido a puerta cerrada, tras los incidentes ocurridos en un encuentro del América Femenil, dejó una profunda huella en la atmósfera del juego. El fútbol, un deporte que se alimenta de la pasión de sus seguidores, se vio privado de su elemento vital. La ausencia de la afición se sintió como una losa, un peso invisible que opacó el brillo de la victoria.

Igor Lichnovsky, con un certero disparo en la primera mitad, abrió el marcador para las Águilas. Un gol que en otras circunstancias habría desatado la euforia en las gradas, se celebró en un silencio casi sepulcral. La alegría contenida de los jugadores contrastaba con la frialdad del ambiente. La imagen de un estadio vacío, con el eco del gol resonando en sus entrañas, se convirtió en el símbolo de una victoria incompleta.

Y qué decir del segundo gol, obra del recién llegado Allan Saint-Maximin. El francés, en apenas su segundo partido con la camiseta americanista, volvió a demostrar su calidad con una jugada individual de ensueño. Un eslalon mágico que culminó con una definición exquisita, digna de los mejores escenarios del mundo. Un gol que merecía una ovación atronadora, un recibimiento apoteósico, pero que se perdió en la inmensidad de un estadio vacío. La celebración del francés, aunque efusiva, tenía un tinte de melancolía, como si él mismo sintiera la ausencia de ese calor humano que alimenta el espíritu del fútbol.

La victoria mantiene al América invicto en el Apertura, con tres triunfos consecutivos y una posición privilegiada en la tabla. Sin embargo, la noche del sábado no será recordada por el resultado, sino por la ausencia. Una ausencia que dejó un vacío en el corazón del equipo y de su afición. Un recordatorio de que el fútbol, sin su gente, pierde su esencia, su magia, su razón de ser.

El debut en casa de Saint-Maximin, la contratación estrella del verano, quedó marcado por este silencio inusual. Una presentación agridulce para un jugador que promete ilusionar a la afición azulcrema. El francés empieza a escribir su historia en el América, una historia que esperamos, pronto pueda ser celebrada con el rugido de la afición en un estadio lleno de vida. Porque el fútbol, al final del día, es una fiesta compartida, una pasión que se vive y se disfruta en colectivo. Y sin la afición, la fiesta simplemente no es completa.

Fuente: El Heraldo de México