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30 de agosto de 2025 a las 10:05

Noroña: ¿Héroe o Villano?

La metamorfosis política de Gerardo Fernández Noroña es un caso de estudio fascinante, un testimonio de cómo el poder puede transformar a un individuo, desdibujando los ideales que alguna vez defendió con vehemencia. Recordemos sus inicios, un Noroña combativo, la voz de los desposeídos, el crítico implacable del sistema. Sus protestas, sus plantones, sus intervenciones teatrales en la Cámara de Diputados, todo un performance de rebeldía que resonaba en un sector de la población hastiado de la política tradicional. Se presentaba como un “hijo del pueblo”, un plebeyo que, contra todo pronóstico, había llegado al Senado. Su discurso, cargado de emotividad y crítica social, conectaba con la frustración de muchos. Incluso aquellos que no compartían sus ideas, reconocían su autenticidad, su congruencia.

Pero el poder, como una droga seductora, comenzó a operar su magia. La austeridad que pregonaba se fue diluyendo en viajes en primera clase, camionetas de lujo, cenas en restaurantes exclusivos. La vecindad quedó atrás, reemplazada por una residencia en Tepoztlán valuada en millones de pesos. ¿Cómo un “plebeyo” accede a un crédito de tal magnitud? ¿Con qué recursos paga las mensualidades? Las preguntas flotan en el aire, sin respuesta convincente. El Noroña austero, el que vivía al día, se transformó en una caricatura de la élite que tanto criticaba.

Su llegada a la presidencia de la Mesa Directiva del Senado marcó un punto de inflexión. El rebelde se convirtió en autoritario, intolerante a las mismas acciones que él protagonizaba en el pasado. Su discurso, antes apasionado, se tornó agresivo, plagado de insultos y provocaciones. El debate parlamentario, espacio para el diálogo y la construcción de consensos, se convirtió en un campo de batalla donde los golpes, literalmente, reemplazaron a las ideas. El incidente con Alejandro “Alito” Moreno es un ejemplo lamentable de esta degradación.

La hipocresía es quizás el rasgo más decepcionante de esta transformación. Noroña adoptó el discurso de la austeridad republicana pregonado por Andrés Manuel López Obrador, pero lo traicionó con su estilo de vida. Engañó a sus seguidores, a quienes se presentaba como un igual, un representante del pueblo. Y lo más desmoralizante es que, a pesar de todo, conserva una base de apoyo. ¿Cómo explicar esta fidelidad ciega? ¿Se trata de una negación de la realidad? ¿O es la expresión de una desesperanza tan profunda que se aferra a cualquier símbolo, por contradictorio que sea?

El caso Noroña nos obliga a reflexionar sobre la naturaleza del poder y su capacidad para corromper. Es un recordatorio de que la coherencia y la ética no son accesorios decorativos, sino pilares fundamentales de la vida pública. Y es, sobre todo, una llamada de atención para la ciudadanía, para que exijamos de nuestros representantes la congruencia entre sus palabras y sus actos. La transformación de Noroña es un espejo que refleja los peligros de la inconsistencia y la seducción del poder.

Fuente: El Heraldo de México