
28 de agosto de 2025 a las 18:05
Sheinbaum defiende a Noroña tras incidente en Senado
La escena vivida ayer en la Comisión Permanente nos deja un sabor amargo y nos obliga a reflexionar sobre el estado actual de la política en nuestro país. Las imágenes, que han dado la vuelta a todos los medios de comunicación y redes sociales, muestran una confrontación que va más allá del debate ideológico y se adentra en terrenos preocupantes. La actitud mostrada por el líder nacional del PRI, Alejandro Moreno, y algunos de sus diputados, nos remite a épocas que creíamos superadas, épocas donde la violencia y el autoritarismo se imponían sobre el diálogo y el consenso. Este tipo de comportamiento no solo desprestigia la institución parlamentaria, sino que mina la confianza de la ciudadanía en sus representantes.
Es fundamental recordar que el Congreso es el espacio por excelencia para el debate, la discusión y la búsqueda de acuerdos que beneficien a todos los mexicanos. No es un ring de boxeo donde se dirimen las diferencias a golpes, sino un foro donde las ideas deben contraponerse con argumentos, con respeto y con la altura de miras que exige la representación popular. Lo ocurrido ayer es un claro ejemplo de lo que no debe ser la política. Es un retroceso que nos alarma y nos obliga a alzar la voz.
La presidenta Claudia Sheinbaum ha señalado con acierto la contradicción inherente en el discurso del PRIAN. Mientras se erigen como defensores de la democracia y las libertades, sus acciones demuestran todo lo contrario. ¿Cómo pueden hablar de autoritarismo quienes recurren a la violencia para imponer sus puntos de vista? ¿Cómo pueden predicar el diálogo quienes cierran las puertas a la negociación y al entendimiento? La hipocresía de su postura queda al descubierto ante la evidencia de los hechos.
La comparación que realiza la Jefa de Gobierno con el incidente que sufrió su hermano en la universidad es particularmente ilustrativa. Nos recuerda que la violencia política no es un fenómeno nuevo, sino una práctica recurrente que ha dejado profundas heridas en nuestra sociedad. Es necesario erradicar estas conductas y construir una cultura política basada en el respeto, la tolerancia y la búsqueda del bien común.
Los seis millones de votos obtenidos por el PRI en la última elección son una muestra del descontento ciudadano con este tipo de prácticas. La gente está cansada de la confrontación estéril y exige a sus representantes una actitud responsable y comprometida con la solución de los problemas que aquejan al país. El camino a seguir es claro: diálogo, consenso y respeto a las diferencias. Solo así podremos construir un México más justo, democrático y próspero.
Más allá de las diferencias ideológicas, es imperativo que todos los actores políticos condenemos enérgicamente la violencia y trabajemos juntos para fortalecer nuestras instituciones democráticas. El futuro de nuestro país depende de ello. La ciudadanía merece una política a la altura de sus expectativas, una política que privilegie el diálogo y la construcción de acuerdos sobre la confrontación y la violencia. El incidente de ayer debe servirnos como una llamada de atención para reflexionar sobre el rumbo que queremos para nuestro país.
Fuente: El Heraldo de México