
25 de agosto de 2025 a las 12:25
Llega la Liga MX: ¡Partidazos!
La noche del domingo vibró con la electricidad de un debut soñado. Allan Saint-Maximin, la nueva joya del América, no defraudó las expectativas y se presentó ante la afición azulcrema con un gol que quedará grabado en la memoria colectiva. Un gol que no solo significó la victoria 4-2 sobre Atlas, sino que simbolizó la esperanza y la ilusión de un equipo que busca la gloria. El francés, con su desparpajo y talento innato, demostró desde el primer minuto por qué la directiva apostó por él. Su velocidad endiablada, su regate impredecible y su olfato goleador fueron un constante dolor de cabeza para la defensa rojinegra.
Desde el pitazo inicial, el América salió con la convicción de dominar el encuentro. El hambre de triunfo se palpaba en el aire, y el equipo se adueñó del balón, tejiendo jugadas con precisión y buscando la portería rival con insistencia. La apertura del marcador, obra de Brian Rodríguez desde los once pasos, fue la justa recompensa a ese dominio inicial. El uruguayo, acallando los rumores sobre su posible salida, celebró con rabia y pasión, un grito que resonó en todo el estadio como una declaración de intenciones: su corazón y su fútbol pertenecen al América.
Atlas, sin embargo, no se amilanó. Con Diego Cocca de regreso al banquillo, los rojinegros mostraron garra y orden, buscando el empate con paciencia y aprovechando cada oportunidad. El gol del empate antes del descanso, fruto de una jugada elaborada por la banda izquierda, encendió la llama de la esperanza en la afición local. El estadio vibró con la euforia del momento, un recordatorio de que el partido estaba lejos de estar decidido.
El segundo tiempo fue un auténtico espectáculo de emociones. Atlas se adelantó en el marcador, silenciando momentáneamente a la hinchada azulcrema. El gol de Diego González, al minuto 50, inyectó una dosis de drama al encuentro. Pero el América, con la jerarquía que lo caracteriza, no se rindió. El empate de Álvaro Fidalgo, al 73', desató la locura en la tribuna americanista y devolvió la paridad al marcador.
Y entonces, cuando el empate parecía inamovible, apareció la magia de Saint-Maximin. En el minuto 88, el francés recibió un preciso centro de Isaías Violante y, con una definición exquisita, mandó el balón al fondo de las redes. El estadio estalló en júbilo. La afición coreó su nombre, consagrando su debut como una noche inolvidable. El gol de Maxi no solo significó la victoria, sino que representó la llegada de una nueva era, la promesa de un futuro brillante. El broche de oro lo puso Víctor Dávila con el cuarto gol, sellando una victoria contundente y dejando en claro el poderío ofensivo del equipo.
Para el América, la noche fue perfecta. El debut soñado de Saint-Maximin, la victoria ante un rival de peso y la confirmación de un equipo que aspira a todo. Para Atlas, la derrota dejó un sabor amargo, pero también la certeza de que, con Diego Cocca al mando, tienen las armas para pelear por grandes cosas. Sin duda, un partido que quedará en la memoria de todos, un encuentro vibrante, lleno de goles, emociones y la presentación estelar de una estrella que promete iluminar el fútbol mexicano. El futuro del América se vislumbra brillante, con Saint-Maximin como la punta de lanza de un equipo que sueña con alcanzar la gloria.
Fuente: El Heraldo de México