
26 de julio de 2025 a las 09:20
Descubre los secretos ocultos
La globalización, ese monstruo de mil caras, nos ha alcanzado. Desde la llegada de Trump a la presidencia de Estados Unidos, México se ha visto sometido a una presión incesante en áreas cruciales como migración, seguridad y comercio. Los aranceles impuestos al acero, aluminio, cobre, automóviles, e incluso productos agrícolas como el jitomate, son una clara muestra de esta política agresiva. A esto se suma la persecución inhumana que sufren nuestros compatriotas en territorio norteamericano, un hecho que nos indigna y nos obliga a reflexionar sobre el rumbo que está tomando el mundo.
Esta situación no es un evento aislado, sino la consecuencia de una crisis profunda en la arquitectura neoliberal. El Brexit, la salida del Reino Unido de la Unión Europea, fue la primera grieta en este sistema global basado en tratados de libre comercio. La paradoja radica en que este sistema, impulsado por las mismas potencias que ahora lo atacan, se desmorona, arrastrando consigo los ideales de la democracia liberal y el respeto a los Derechos Humanos. No se trata de una crisis de producción, sino de distribución. La riqueza generada no llega a miles de millones de personas, sumiéndolas en la pobreza.
El resurgimiento de gobiernos autoritarios, con políticas proteccionistas y nacionalistas, es otro síntoma de esta crisis. El uso de los aranceles como arma política, como lo demuestra el gobierno estadounidense, amenaza el crecimiento económico y el desarrollo comercial global. Es un retroceso al viejo sistema nativista que, paradójicamente, fue el motor del desarrollo capitalista industrial en sus inicios.
México, con su desarrollo constitucional, ha intentado trazar un camino propio, enfocado en la distribución de la riqueza. Sin embargo, la realidad es que seguimos atados al carro del imperio, dependientes de la economía generada por el TMEC. El Plan México plantea soluciones a largo plazo, pero la dependencia económica nos impide tomar decisiones drásticas a corto plazo. Nos encontramos en una encrucijada: resistir y dialogar, manteniendo la esperanza de un futuro mejor, mientras sufrimos las consecuencias de un racismo exacerbado y una prepotente discriminación hacia nuestros connacionales.
La incertidumbre es nuestro mayor enemigo. La tarea principal de este gobierno es construir alternativas, y para ello se requiere unidad, diálogo interno y una dosis de humildad. Es fundamental reconocer la pluralidad de México, que va más allá de las filas de un solo partido. Debemos convocar a las mentes más brillantes, independientemente de su afiliación política. Expertos como José Antonio Meade, Ildefonso Guajardo, Luis Videgaray, Augusto Gómez Villanueva, José Ángel Gurría, entre otros, poseen el conocimiento y la experiencia para aportar soluciones en estos momentos críticos. Su participación, incluso a título honorífico, podría ser invaluable.
Aunque se logre una reducción en los aranceles, las consecuencias serán inevitables: inflación, desempleo e inseguridad jurídica para las inversiones. México y el mundo se enfrentan a una fuerza destructora que erosiona las democracias y da paso a gobiernos autoritarios sin rumbo. Necesitamos más que nunca la sabiduría y la colaboración de todos para navegar en estas aguas turbulentas y construir un futuro más justo y equitativo. El tiempo apremia, y la responsabilidad recae en todos nosotros.
Fuente: El Heraldo de México