Logo
NOTICIAS
play VIDEOS

Inicio > Noticias > Política

22 de julio de 2025 a las 10:55

Desata tu furia

La sorpresiva remoción de las estatuas de Fidel Castro y el Che Guevara de un parque público en la alcaldía Cuauhtémoc ha desatado un verdadero torbellino mediático. La alcaldesa, Alessandra Rojo de la Vega, justifica su decisión argumentando la necesidad de un nuevo espacio público, pero muchos ven en esta acción una clara estrategia para ganar simpatías dentro de la "nueva derecha" y acumular "likes" en redes sociales. Si bien el acto ha generado júbilo en algunos sectores, también ha provocado indignación en otros, quienes lo consideran una imposición arbitraria y una falta de respeto a la historia. ¿Era realmente necesaria esta medida? ¿No hubiera sido más prudente una consulta pública que permitiera a la ciudadanía expresar su opinión? La verdadera labor de un gobernante no debería ser la búsqueda de popularidad efímera, sino la construcción de consensos y la promoción de la tolerancia. Recordemos que la imposición, venga de donde venga, nunca es el camino. Acciones similares, como el retiro de la estatua de Cristóbal Colón o la placa de Gustavo Díaz Ordaz, también fueron objeto de controversia. En el fondo, estas acciones reflejan la misma problemática: la falta de diálogo y la incapacidad para la coexistencia pacífica de diferentes ideologías. ¿Hasta cuándo seguiremos viendo a políticos aprovechándose de estas situaciones para su propio beneficio, sin importarles las consecuencias?

Y hablando de aprovechamiento político, la reciente marcha contra la gentrificación en la Ciudad de México nos ofrece otro ejemplo preocupante. La infiltración de grupos violentos que vandalizaron espacios culturales de la UNAM no puede ser una simple coincidencia. Resulta absurdo acusar a la Universidad Nacional de ser un agente de la gentrificación, por lo que la pregunta obligada es: ¿quién está detrás de estos actos de vandalismo? ¿A quién benefician y a quién perjudican? La sospecha de una mano negra que orquesta estos disturbios es inevitable. Es urgente que las autoridades investiguen a fondo y desenmascaren a los responsables de estos actos que atentan contra la cultura y la paz social.

Pero si de escándalos hablamos, el caso del ex secretario de Seguridad de Tabasco durante la gubernatura de Adán Augusto López Hernández es aún más delicado. Las acusaciones en su contra han sumido al hoy líder de Morena en el Senado en un silencio absoluto, mientras sus compañeros de partido se limitan a corear la ya desgastada frase "no está solo". Sin embargo, las sospechas y acusaciones legales no se disipan con consignas ni con muestras de solidaridad. La transparencia y la honestidad son las únicas herramientas que pueden aclarar la situación. La estrategia de arropamiento a figuras cuestionadas solo refuerza la percepción de que "todos son iguales" y erosiona la confianza de la ciudadanía en la clase política. Como diría George Orwell, "todos son iguales, pero algunos son más iguales que otros".

Lo verdaderamente preocupante no es solo la proliferación de escándalos, sospechas y encubrimientos dentro del partido en el poder, sino la generalización de estas prácticas en todo el espectro político. A donde quiera que miremos, encontramos las mismas complicidades, las mismas colusiones y las mismas excusas vacías del "yo no sabía" o "yo no me enteré". Esta es la triste realidad de nuestro país, donde la falta de opciones políticas mínimamente presentables genera una profunda indignación en la ciudadanía. ¿Hasta cuándo seguiremos tolerando esta situación? ¿Cuándo llegará el momento de exigir un cambio real y profundo en la forma de hacer política?

Fuente: El Heraldo de México