La economía venezolana sigue siendo un enigma envuelto en un misterio, bañado en petróleo. A pesar de la inmensa riqueza natural del país, las cifras oficiales sobre el estado de la economía son escasas, como gotas de agua en el desierto. Para comprender la realidad de los trabajadores venezolanos, debemos recurrir a mediciones alternativas, como exploradores buscando un oasis en la vasta extensión árida.

El salario mínimo, ese número que debería representar la base de la supervivencia, se fijó en 130 bolívares en marzo de 2022. Una cifra que, congelada en el tiempo, ha visto su poder adquisitivo evaporarse como el rocío matutino bajo el sol implacable de la inflación. Para mayo de 2025, esos 130 bolívares equivalen a apenas $1,53, una suma que apenas alcanza para un café y un pan, mucho menos para alimentar a una familia.

Si bien el gobierno complementa el salario mínimo con una serie de bonos, el ingreso total para un empleado público ronda los $161,5. Una cifra que, aunque superior al salario base, sigue siendo insuficiente para cubrir las necesidades básicas en un país donde la inflación galopante devora el poder adquisitivo como una bestia insaciable.

El sector privado, aunque ofrece salarios más competitivos, no escapa a la vorágine económica. El Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) pintó un panorama sombrío en su Informe de Coyuntura de abril de 2025. A pesar de que las remuneraciones en el sector privado superan a las del sector público, siguen siendo insuficientes para adquirir la canasta básica. La UCAB desglosó las diferencias salariales por categorías ocupacionales, revelando un panorama desigual: empleados públicos con un ingreso promedio de $110,9, obreros del sector privado con $189,5, patronos o empleadores con $344,7, trabajadores por cuenta propia con $202 y personal doméstico con $120,1. Un mosaico de realidades que refleja la profunda desigualdad que atraviesa la sociedad venezolana.

El Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF), por su parte, arroja luz sobre la situación en el Área Metropolitana de Caracas, donde la remuneración promedio en el sector comercio y servicios alcanzó los $237 mensuales al cierre del primer trimestre de 2025. Una cifra que, aunque superior a la de otras regiones, representó un descenso del 1,4% en términos reales en comparación con el mismo período del año anterior. El OVF destaca la precariedad salarial fuera de la capital, con ingresos promedio mensuales de $230 en Zulia, $92 en Anzoátegui y $195 en Nueva Esparta. Un mapa de la desigualdad que se extiende por todo el territorio nacional.

El salario mínimo, otrora un referente para la fijación de salarios, ha perdido relevancia en el sector privado, aunque mantiene su influencia en el sector público, que sigue rezagado en términos de remuneración. La economía venezolana, a pesar de su potencial, sigue navegando en aguas turbulentas, y los trabajadores, como marineros en medio de la tormenta, luchan por mantenerse a flote en un mar de incertidumbre. La búsqueda de un equilibrio económico que garantice una vida digna para todos sigue siendo el gran desafío de Venezuela.