La histórica sesión del Parlamento LGBTIQ+ 2025 en el Congreso de la Ciudad de México ha resonado con la fuerza de un grito ahogado por décadas, finalmente liberado. Setenta voces, setenta historias, setenta sueños de una ciudad más justa e inclusiva, ocuparon las curules, no como una representación simbólica, sino como un acto de empoderamiento real. Imaginen la emoción, la potencia transformadora de ver a personas trans, no binarias, lesbianas, gays, bisexuales, intersexuales, tomar la palabra en el espacio donde se deciden las leyes que rigen nuestras vidas. No eran sólo setenta personas, eran la representación de generaciones que lucharon por este momento, el eco de quienes fueron silenciados, la esperanza de las infancias que merecen crecer en un mundo donde ser diferente sea motivo de orgullo, no de miedo.

Este Parlamento no fue un juego, una simulación. Fue un puño en la mesa, una declaración de que la democracia se fortalece con la diversidad, se enriquece con la participación de todas, todos y todes. Las 35 iniciativas y los 13 puntos de acuerdo presentados, los seis dictámenes aprobados, son la prueba tangible de que la inclusión no es un favor, es un derecho. Discursos de odio combatidos con leyes, permisos de paternidad y maternidad para familias diversas, protocolos para servicios médicos de calidad, acceso a vivienda digna y un deporte libre de discriminación. Estos no son simples logros legislativos, son pasos concretos hacia una ciudad donde el amor, en todas sus formas, sea celebrado y protegido.

¿Qué significa esto para el futuro? ¿Es el Parlamento LGBTIQ+ 2025 un punto de llegada o un punto de partida? La respuesta es clara: es el comienzo de una revolución. Un llamado a la acción para todas las personas que creemos en una sociedad más justa, más igualitaria, más humana. Es una invitación a participar, a levantar la voz, a involucrarnos en la construcción colectiva de una ciudad donde todes podamos ser quienes somos, sin miedo, sin vergüenza, con ORGULLO.

Porque la participación no es solo un derecho, es una responsabilidad. Es la forma en que construimos el futuro que queremos, el futuro que merecemos. Es la manera de honrar a quienes lucharon antes que nosotros y de allanar el camino para las generaciones que vienen. Es, en definitiva, una forma de amar. Un amor que se traduce en acción, en compromiso, en la construcción de una ciudad donde la diversidad sea la norma, no la excepción. Un amor que se manifiesta en cada palabra, en cada ley, en cada paso que damos hacia un futuro más inclusivo.

El Parlamento LGBTIQ+ 2025 no es el final del camino, es el inicio de una nueva era. Una era de participación, de representación, de transformación. Y tú, ¿estás listo para formar parte de ella?