
13 de junio de 2025 a las 09:25
Europa vulnerable: la trampa energética
La paradoja europea se cierne sobre nosotros: líderes en energías renovables, pero vulnerables. La sombra de la dependencia energética, alimentada durante décadas por la importación de gas y petróleo, principalmente de Rusia, nos recuerda la fragilidad de nuestra posición. Las advertencias, incluso desde la época de Merkel con el Nord Stream 2, resonaban con la posibilidad de un futuro inestable, un futuro que se materializó parcialmente el 28 de abril de 2025.
Ese día, la oscuridad se adueñó de la vida de más de 60 millones de personas en España, Portugal y el sur de Francia. Un apagón masivo, como un aldabonazo en la conciencia europea, expuso la fragilidad de nuestra infraestructura, dependiente de fuentes renovables intermitentes, sí, pero sin la suficiente interconexión ni capacidad de almacenamiento. Un sistema fragmentado, como un rompecabezas incompleto, incapaz de resistir las presiones de un mundo en constante cambio.
La guerra en Ucrania, un conflicto que ha redefinido el tablero geopolítico, ha obligado a Europa a acelerar la búsqueda de alternativas. REPowerEU, el plan para diversificar nuestras fuentes y acelerar la transición verde, se presenta como la respuesta. Pero, ¿es suficiente? La hoja de ruta presentada el 6 de mayo es un paso importante hacia la autonomía energética, pero el camino es largo y está lleno de obstáculos.
La dependencia energética no es un problema del pasado, es una amenaza latente. La pregunta no es si podemos resistir una guerra de suministros hoy, sino si estamos construyendo las defensas necesarias para los conflictos energéticos del mañana. La respuesta, sin embargo, reside en la misma fuente de nuestra vulnerabilidad: las energías renovables.
Europa no puede, no debe, seguir atada a las fluctuaciones de mercados externos, a las tensiones geopolíticas, a los chantajes energéticos. La independencia energética es una necesidad estratégica, un pilar fundamental para nuestra soberanía. El Green Deal Europeo, en este contexto, trasciende los objetivos climáticos; se convierte en un escudo, en una estrategia de resiliencia.
No basta con invertir en parques eólicos y solares. Necesitamos una red inteligente, un sistema nervioso que conecte y coordine el flujo de energía a lo largo del continente. Necesitamos baterías de respaldo, reservas para los momentos de baja generación. Necesitamos interconexiones transfronterizas, puentes energéticos que nos unan en la solidaridad y la eficiencia. Y, sobre todo, necesitamos un nuevo marco de gobernanza energética, una visión común que priorice la cooperación por encima de los intereses nacionales, que nos permita reaccionar con rapidez ante las emergencias, compartir recursos y proteger a los más vulnerables.
El apagón de abril no fue un accidente, fue una advertencia. Un recordatorio de nuestra fragilidad, de la urgencia de actuar con decisión y visión. El futuro energético de Europa está en juego. La transición verde no puede ser sinónimo de improvisación ni debilidad. Europa debe liderar, sí, pero desde la solidez, la cooperación y la estrategia. El tiempo de la reflexión ha terminado; ha llegado el momento de la acción.
Fuente: El Heraldo de México