La inclusión de la presidenta Sheinbaum en la reunión del G-7 es una noticia que, sin duda, despierta el interés y la esperanza de muchos mexicanos. Tras un periodo de relaciones internacionales, digamos, peculiares, la posibilidad de retomar un diálogo constructivo con la comunidad internacional es un paso crucial. Sin embargo, más allá de la asistencia en sí, la clave reside en la estrategia y el mensaje que se proyecte en un foro de tal magnitud. No se trata simplemente de estar presente, sino de participar activamente y de manera inteligente.

Es imperativo que la comitiva de la presidenta planifique meticulosamente tanto la logística como el contenido de su participación. Un evento de esta envergadura exige una preparación exhaustiva para evitar cualquier situación que pueda comprometer la imagen de México. La representación del país en un escenario global no debe tomarse a la ligera, y la improvisación no tiene cabida en un contexto tan delicado.

En cuanto a los temas a abordar, es fundamental ser realistas y objetivos. Presentar la situación de seguridad en México como un logro rotundo sería, cuanto menos, engañoso. Si bien las cifras oficiales pueden mostrar una disminución en ciertos indicadores, la realidad que viven los ciudadanos a diario contradice muchas veces esos datos. La persistencia de las desapariciones, la violencia generalizada y la palpable sensación de inseguridad en vastas zonas del país son temas que no pueden ignorarse. Es preferible reconocer los desafíos y plantear estrategias concretas para abordarlos, que intentar maquillar la realidad con estadísticas cuestionables.

El tema de la salud es otro punto sensible. Si bien se han realizado esfuerzos, la situación actual dista mucho de ser ideal. El desabasto de medicamentos, la falta de personal médico y las carencias en infraestructura hospitalaria son problemas que siguen afectando a miles de mexicanos. En lugar de proclamar victorias prematuras, sería más productivo reconocer las deficiencias y buscar la colaboración internacional para fortalecer el sistema de salud.

En cuanto a las grandes obras de infraestructura, es importante ser cautelosos. Si bien algunas pueden tener un impacto positivo a largo plazo, es necesario evaluar su viabilidad, su costo real y su impacto ambiental. Presentarlas como soluciones mágicas sin un análisis profundo de sus implicaciones sería un error.

La reforma judicial, la lucha contra la corrupción, el control de la inflación y la erradicación de la violencia de género son temas que requieren un análisis profundo y honesto. En lugar de presentar una imagen idealizada, es fundamental reconocer los retos y las áreas de oportunidad, y plantear soluciones concretas y viables.

La presidenta Sheinbaum tiene la oportunidad de presentar una imagen renovada de México en el escenario internacional. Debe enfocarse en los aspectos positivos, como la lucha contra el narcotráfico y la construcción de alianzas estratégicas con países comprometidos con los derechos humanos y la democracia. Debe proyectar una imagen de liderazgo, de compromiso con la justicia social y de apertura al diálogo.

Su participación en el G-7 puede ser un punto de inflexión en la política exterior mexicana. Es una oportunidad para fortalecer los lazos con la comunidad internacional, para atraer inversiones y para construir un futuro más próspero y equitativo para todos los mexicanos. La clave está en la preparación, la estrategia y la honestidad. El mundo estará observando, y México necesita que su presidenta esté a la altura del desafío.