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12 de junio de 2025 a las 16:30

Justicia para Thiagó, el pequeño futbolista

La sombra de la tragedia continúa extendiéndose sobre La Matanza. Tras la conmoción inicial y el dolor desgarrador por la partida de Thiago, el pequeño de tan solo siete años cuya vida fue arrebatada por una bala perdida, la justicia avanza, aunque lentamente, en busca de respuestas y responsables. Con la reciente detención de Joaquín López Otto, se completa el círculo de implicados en el fatídico asalto que desencadenó el tiroteo, y con él, la muerte del inocente niño. Recordemos los hechos: un martes cualquiera, Thiago esperaba el autobús junto a su padre, un momento cotidiano que se transformó en una pesadilla. A dos cuadras de distancia, la violencia estallaba. Un policía, identificado como Fajardo, de tan solo 21 años y recién egresado de la academia, se enfrentaba a un intento de robo. Once disparos resonaron en el aire, uno de ellos con un destino cruel e impredecible. La bala, tras recorrer una distancia inconcebible, impactó en la cabeza de Thiago, quien se aferró a la vida durante dos largos días en terapia intensiva, antes de sucumbir a sus heridas el pasado viernes.

La imagen del pequeño Thiago, esperando el autobús con su padre, se ha convertido en un símbolo desgarrador de la violencia que azota nuestras calles. La comunidad de La Matanza, aún conmocionada, exige justicia y respuestas. ¿Fue realmente un acto de legítima defensa por parte del joven policía, o se excedió en el uso de la fuerza? Esta es la pregunta que resuena con fuerza y que la justicia deberá dilucidar. Fajardo se encuentra detenido, investigado por "exceso en la legítima defensa", una figura legal compleja que abre un debate crucial sobre los límites de la actuación policial en situaciones de riesgo. ¿Cómo equilibrar la necesidad de proteger a la ciudadanía con el uso proporcional de la fuerza? ¿Qué protocolos deben seguirse para evitar tragedias como la de Thiago?

La detención de López Otto, el segundo implicado en el intento de robo, aporta una nueva pieza al rompecabezas. Su captura, mientras caminaba por la calle, plantea interrogantes sobre su posible participación en los hechos y la dinámica del asalto. ¿Cuál fue su rol en el enfrentamiento? ¿Estaba armado? ¿Qué relación tenía con Brandon Aantelo, el asaltante de 18 años que falleció en el tiroteo?

Mientras la investigación avanza, la familia de Thiago se enfrenta a un dolor inconmensurable. La pérdida de su único hijo, en circunstancias tan trágicas e injustas, deja una herida que jamás sanará por completo. El clamor por justicia se mezcla con la exigencia de medidas concretas para prevenir que situaciones similares se repitan. La seguridad, la formación policial, el control de armas, son temas que vuelven a estar en el centro del debate público. La muerte de Thiago no puede ser en vano. Debe ser un llamado de atención a la sociedad, a las autoridades, a todos nosotros, para construir un futuro donde la vida de nuestros niños esté a salvo de la violencia. Un futuro donde la espera de un autobús no se convierta en una sentencia de muerte.

Fuente: El Heraldo de México