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12 de junio de 2025 a las 05:40

ICE: Niños sin agua por días.

La sombra de las redadas vuelve a cernirse sobre la comunidad inmigrante de Los Ángeles, dejando tras de sí un rastro de angustia e incertidumbre. A pesar de las promesas incumplidas de la anterior administración, las recientes operaciones del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) han despertado el temor y la indignación. Cientos de inmigrantes, incluyendo familias con niños pequeños, han sido arrancados de sus hogares y sometidos a condiciones que, según testimonios recogidos por organizaciones de defensa de los derechos humanos, rozan lo inhumano.

El caso de la familia retenida durante 48 horas en un sótano sofocante, con apenas unas galletas y una botella de agua para cinco personas, ilustra la crudeza de la situación. Imaginen el desamparo de esos padres, viendo a sus hijos pequeños pasar hambre y sed, mientras un ventilador alivia únicamente al guardia de turno. La precariedad de las instalaciones, la falta de espacios adecuados para mujeres y niños, la improvisada tienda de campaña al aire libre sin camas ni duchas… Estos detalles pintan un cuadro desolador que nos interpela como sociedad.

El traslado posterior de muchas familias al centro de detención de Dilley, en Texas, no ha hecho más que agravar la situación. La restricción del acceso a abogados, la dificultad para comunicarse con el exterior, la incertidumbre sobre el futuro… Son elementos que contribuyen a crear un clima de angustia y desesperación.

Las cifras oficiales hablan de 118 arrestos, pero organizaciones como ImmDef estiman que la cifra real es mucho mayor. Detenciones en negocios, juzgados, vecindarios… La sensación de inseguridad se extiende como una mancha de aceite, alcanzando todos los rincones de la comunidad inmigrante. ¿Quién será el próximo? ¿Cuándo llamarán a nuestra puerta? Estas preguntas resuenan en la mente de miles de personas que viven con el miedo constante a la deportación.

Las protestas masivas que han surgido como respuesta a estas redadas son un reflejo del hartazgo y la indignación de la sociedad civil. El cierre del tribunal de inmigración en el centro de Los Ángeles, el bloqueo del acceso a abogados y familiares… Estas medidas, justificadas con argumentos de seguridad, no hacen sino aumentar la tensión y la desconfianza.

Y mientras tanto, en el centro de detención de Adelanto, las denuncias de condiciones alarmantes continúan acumulándose. Comidas tardías, escasez de mantas, personas durmiendo en el suelo, denegación de atención médica… Son testimonios que nos obligan a preguntarnos: ¿dónde está la humanidad? ¿Cómo podemos permitir que se trate a seres humanos de esta manera?

La situación se agrava aún más con las deportaciones exprés, sin documentación ni oportunidad de apelar. Casos como el de la persona engañada para firmar un documento que resultó ser su orden de deportación nos muestran la vulnerabilidad de estas personas frente a un sistema que parece empeñado en negarles sus derechos más básicos.

Es hora de alzar la voz. Es hora de exigir justicia y respeto para la comunidad inmigrante. No podemos permanecer impasibles ante el sufrimiento de tantas familias. Debemos recordar que detrás de cada cifra, detrás de cada estadística, hay personas con historias, con sueños, con el derecho a una vida digna.

Fuente: El Heraldo de México