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12 de junio de 2025 a las 18:45

El gesto tierno de Don Ramón con La Chilindrina

El entrañable "Don Ramón", más allá de la vecindad del Chavo, cultivaba un cariño paternal por María Antonieta de las Nieves, "La Chilindrina", que trascendía la pantalla. No solo compartían la magia de la comedia, sino un lazo afectivo profundo, casi filial, que se tejía en los camerinos, en los descansos de las grabaciones y perduraba fuera de los sets. El reciente testimonio de su hijo nos abre una ventana a la intimidad de Ramón Valdés, revelando un gesto conmovedor: entre las fotografías preciadas que siempre llevaba consigo, junto a las imágenes de sus propios hijos, se encontraba una de María Antonieta. Una muestra tangible del cariño que profesaba por la actriz, a quien consideraba, en sus propias palabras, como una hija más.

Este detalle, aparentemente pequeño, cobra una dimensión enorme al comprender la personalidad de Ramón Valdés. Un hombre reservado, de pocas palabras, pero de gestos elocuentes. Ese retrato de "La Chilindrina" guardado entre sus pertenencias más queridas habla volúmenes sobre la profunda conexión que existía entre ambos. No era solo una compañera de trabajo, una colega con la que compartía el éxito de un programa icónico. Era, en el corazón de Don Ramón, parte de su familia.

Imaginemos la escena: Ramón Valdés, en sus momentos de tranquilidad, sacando esas fotografías, repasando los rostros de sus seres queridos, y entre ellos, la sonrisa traviesa de "La Chilindrina". Una imagen que seguramente le arrancaba una sonrisa y le recordaba los momentos compartidos, las risas, las complicidades forjadas en la creación de un universo televisivo que marcó a generaciones.

La anécdota de la reacción de María Antonieta ante la noticia del fallecimiento de Ramón Valdés añade otra capa de emotividad a esta historia. Interrumpir una función, imposibilitada por el dolor, revela la magnitud del impacto que la pérdida tuvo en ella. No era solo la tristeza de una compañera de trabajo, era el desgarro de una hija que pierde a su padre. Un dolor profundo, genuino, que resonó con la misma intensidad con la que resonaban las carcajadas que ambos provocaban en millones de hogares.

La bioserie "Chespirito: Sin querer queriendo" ha destapado un baúl de recuerdos, lleno de anécdotas que humanizan a los personajes que habitaron nuestra infancia. Nos permite ver más allá de los personajes, descubrir las personas detrás del maquillaje, las emociones que latían bajo los disfraces. Y en este caso, nos regala una historia conmovedora de cariño paternal, de respeto y admiración mutua, que enriquece aún más el legado de "El Chavo del Ocho" y nos recuerda que la verdadera magia de la televisión, reside en las conexiones humanas que se crean tras las cámaras.

Fuente: El Heraldo de México