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12 de junio de 2025 a las 05:45

Alerta: Asteroide en rumbo de colisión con la Luna

La incertidumbre cósmica nos envuelve una vez más. Como si de una película de ciencia ficción se tratase, el asteroide 2024 YRA ha vuelto a captar la atención de la NASA y del mundo entero. Inicialmente, la preocupación se centraba en una posible, aunque remota, colisión con la Tierra. Un suspiro colectivo de alivio recorrió el planeta cuando las probabilidades se redujeron a cero. Sin embargo, la tranquilidad ha sido efímera. El ojo vigilante del Telescopio Espacial James Webb (JWST) ha revelado un nuevo giro en la trama: la posibilidad de un impacto lunar ha aumentado.

El 22 de diciembre de 2032, una fecha que resuena con tintes apocalípticos, se cierne ahora sobre nuestro satélite natural. El asteroide 2024 YRA, protagonista de este drama cósmico, tiene una cita con el destino. La NASA, en un comunicado que intenta calmar los ánimos, asegura que, incluso en el caso de un impacto, la órbita lunar no se vería alterada. Pero, ¿podemos estar completamente seguros? La historia de la ciencia está llena de sorpresas y la vastedad del universo esconde aún innumerables misterios.

El JWST, nuestra ventana al cosmos, ha sido crucial en este descubrimiento. Gracias a sus precisas observaciones, las probabilidades de impacto han pasado del 3,8% al 4,3%. Un pequeño incremento porcentual que, sin embargo, enciende las alarmas de la comunidad científica. El asteroide, escurridizo como una sombra, se encuentra actualmente en un punto de su órbita donde es imposible seguirlo, ni siquiera con la tecnología más avanzada. Se ha desvanecido temporalmente de nuestra vista, sumiéndose en la oscuridad del espacio. La NASA, con la paciencia de un cazador acechando a su presa, espera poder retomar las observaciones en 2028, cuando el 2024 YRA se acerque nuevamente a la Tierra.

Las nuevas mediciones realizadas por el James Webb han revelado que este viajero espacial es más grande de lo que se pensaba inicialmente. Con un diámetro estimado de poco más de 60 metros, su impacto en la Luna liberaría una energía equivalente a entre 2 y 30 megatones. Imaginen la explosión, el destello cegador, la onda expansiva propagándose por el vacío. Un evento de tal magnitud, aunque no amenace la integridad de nuestro satélite, sin duda dejará una huella imborrable en su superficie.

¿Qué consecuencias tendría este impacto para la Tierra? ¿Podrían desprenderse fragmentos lunares que pusieran en peligro nuestro planeta? ¿Afectaría de alguna manera las mareas o los ciclos naturales? Son preguntas que aún no tienen respuesta y que mantienen en vilo a los científicos. Mientras tanto, la cuenta regresiva hacia el 22 de diciembre de 2032 continúa inexorablemente. El destino de la Luna, y quizás también el nuestro, pende de un hilo. La incertidumbre se cierne sobre nosotros como una nube oscura, recordándonos la fragilidad de nuestra existencia en la inmensidad del cosmos. Solo el tiempo, y las futuras observaciones del James Webb, podrán desvelar el desenlace de esta historia cósmica.

Fuente: El Heraldo de México