Un aroma a masa recién hecha, ese olor tan característico de México, flotaba en el aire de Palacio Nacional. No era casualidad, sino el resultado de un encuentro histórico: la firma del Acuerdo Nacional Maíz-Tortilla. La Presidenta Claudia Sheinbaum, rodeada de productores, comercializadores, harineros, nixtamaleros y tortilleros, selló un compromiso que busca fortalecer la cadena de producción de este alimento fundamental en la dieta mexicana y, aún más importante, garantizar la estabilidad, e incluso la reducción, del precio del kilo de tortilla.

Durante hora y media, las voces de los diferentes actores de esta cadena se entrelazaron en un diálogo constructivo. Desde los campesinos que siembran la semilla hasta las manos expertas que transforman el maíz en tortillas, todos coincidieron en la necesidad de un trabajo conjunto para lograr un objetivo común: un precio justo que beneficie tanto a productores como a consumidores. La meta es ambiciosa: reducir el costo del kilo de tortilla en un 10% a lo largo del sexenio. No se trata de una promesa vacía, sino de un compromiso respaldado por un acuerdo que establece las condiciones necesarias para alcanzar este objetivo.

Este acuerdo, más que un documento, representa la voluntad de impulsar un cambio significativo en la industria de la tortilla. Se trata de optimizar cada eslabón de la cadena, desde la siembra del maíz hasta la venta final, identificando y eliminando las ineficiencias que impactan en el precio final. ¿Cómo se logrará esto? A través de la colaboración, la innovación y el apoyo a los pequeños productores, quienes son el corazón de esta industria.

Imaginen el impacto que una reducción del 10% en el precio de la tortilla tendría en la economía familiar. Para millones de mexicanos, la tortilla es un alimento básico, presente en cada comida. Una disminución en su costo significaría un alivio para los bolsillos de las familias, especialmente las de menores ingresos, y les permitiría destinar esos recursos a otras necesidades.

Pero el beneficio va más allá del bolsillo del consumidor. Este acuerdo también busca fortalecer la producción nacional de maíz, impulsando el desarrollo de las comunidades rurales y generando empleos en el campo. Se trata de una apuesta por la soberanía alimentaria, priorizando el consumo del maíz mexicano y apoyando a los agricultores que con su trabajo diario nos alimentan.

El camino no será fácil, requerirá de un esfuerzo constante y coordinado entre todos los involucrados. Sin embargo, la firma de este acuerdo es un paso firme en la dirección correcta. Es una señal de que el gobierno está comprometido con la economía familiar y con el fortalecimiento del campo mexicano. Es un compromiso con el aroma a masa recién hecha, ese olor que nos recuerda nuestras raíces y nos une como mexicanos. Es, en definitiva, un compromiso con la tortilla, ese alimento que está en el corazón de nuestra cultura.