
11 de junio de 2025 a las 21:55
¿Terminará la sequía de QBs en Chicago?
La sombra del oso se cierne pesada sobre Chicago. Una sombra tejida con la gloria de antaño, con el recuerdo imborrable del equipo del 85, con la imponente figura de Mike Ditka en la banda y la férrea defensa liderada por Mike Singletary. Pero esa misma sombra proyecta también una inquietante estadística: ningún quarterback de los Bears ha alcanzado jamás la mítica barrera de las 4,000 yardas de pase, ni los 30 touchdowns en una temporada. Una anomalía que contrasta con la rica historia de la franquicia.
Jim McMahon, el mariscal de campo que condujo al equipo a la victoria en el Super Bowl XX, apenas superó las 2,000 yardas en aquella temporada mágica. Incluso Jay Cutler, el dueño de la mayoría de los récords de pase del equipo, se quedó a las puertas de las 4,000 yardas en su mejor año, rozando la marca en 2014 con 3,812 yardas y 28 touchdowns. Su figura, imponente en las estadísticas, se diluye ante la persistente ausencia de ese salto de calidad que tanto ansía la afición.
El fantasma de Mitch Trubisky, la segunda selección global del draft de 2017, aún ronda por los pasillos del Soldier Field. Una elección que, vista en retrospectiva, se antoja como un doloroso error de cálculo, sobre todo teniendo en cuenta que Patrick Mahomes, futuro miembro del Salón de la Fama, esperaba pacientemente en el décimo puesto. Las expectativas depositadas en Trubisky se desvanecieron en una irregularidad que lo llevó a compartir la titularidad con Nick Foles, el héroe efímero del Super Bowl LII, cuya magia se apagó al vestir el uniforme naranja y azul.
La esperanza renació con Justin Fields, seleccionado en la primera ronda del draft de 2021. Su explosividad terrestre inyectó una dosis de dinamismo a una ofensiva anémica, pero la imprecisión en sus lanzamientos truncó su progresión. Su mejor temporada, la de 2023, con 2,562 yardas y 16 anotaciones, no fue suficiente para asegurar su permanencia, encontrando un nuevo destino en Pittsburgh.
Y entonces llegó Caleb Williams, la primera selección global del draft de 2024. Un talento descomunal, rodeado de un arsenal ofensivo de lujo: Keenan Allen, DJ Moore y el prometedor novato Rome Odunze. Sin embargo, la porosa línea ofensiva, un coladero constante para las defensas rivales, lastró su rendimiento. A pesar de la presión constante, Williams logró superar las 3,500 yardas y los 20 touchdowns, dejando un destello de esperanza en medio del caos.
Ahora, bajo la dirección de Ben Johnson, el artífice de la revitalizada ofensiva de los Detroit Lions, la afición de los Bears sueña con la ruptura de la maldición. La creatividad de Johnson, su capacidad para exprimir el talento de sus quarterbacks, como demostró con Jared Goff, se presenta como la llave para desbloquear el potencial de Williams. Con las incorporaciones de Luther Burden y Colston Loveland, el ataque de los Bears promete ser una máquina de generar puntos.
Este año, más que nunca, la ciudad de Chicago contiene la respiración. ¿Será Caleb Williams el elegido para romper la sequía de las 4,000 yardas y los 30 touchdowns? ¿Logrará Ben Johnson devolver a los Bears a la senda de la victoria? El rugido del oso está a punto de resonar con más fuerza que nunca. El tiempo, como siempre, dictará sentencia.
Fuente: El Heraldo de México