La situación en Sisal, Yucatán, se torna cada vez más crítica. La detención y vinculación a proceso de Jorge “N” y José Alfredo “N” por el presunto daño a manglares desvela una problemática profunda y persistente: la lucha por la tierra y la constante amenaza a uno de los ecosistemas más valiosos del planeta. No se trata simplemente de un caso aislado, sino de un reflejo de la presión que ejercen intereses económicos sobre la frágil zona costera. La ambición desmedida, disfrazada bajo el velo del desarrollo y la promesa de vivienda, ha llevado a la destrucción sistemática del manglar, un ecosistema vital para la salud de nuestro planeta.

La Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) ha actuado con diligencia, imponiendo clausuras y presentando denuncias ante la Fiscalía General de la República (FGR). Sin embargo, la reiterada violación de los sellos de clausura evidencia la impunidad con la que operan algunos grupos, desafiando la legalidad y poniendo en riesgo el patrimonio natural de todos los mexicanos. La imagen de maquinaria abriéndose paso entre la vegetación, ignorando las advertencias y dejando tras de sí un paisaje desolado, es una bofetada a la conciencia ambiental.

La Procuradora Mariana Boy Tamborrell ha sido enfática: "Esta conducta es inaceptable". Sus palabras resuenan con la preocupación de científicos, ambientalistas y ciudadanos conscientes de la importancia de preservar los manglares. Estos ecosistemas no solo actúan como barreras naturales contra huracanes y erosión costera, sino que también albergan una biodiversidad extraordinaria y capturan grandes cantidades de dióxido de carbono, contribuyendo a mitigar el cambio climático.

La búsqueda de soluciones que concilien el desarrollo con la protección del medio ambiente es imperativa. Las mesas de diálogo establecidas entre autoridades municipales, estatales, Profepa y Semarnat representan un paso importante en esa dirección. Sin embargo, la persistencia de las actividades ilícitas demuestra que el camino hacia la sustentabilidad es largo y complejo. Es necesario fortalecer la vigilancia, aplicar sanciones ejemplares a quienes infrinjan la ley y promover alternativas económicas que no comprometan la integridad de los ecosistemas.

El caso de Sisal es un llamado de atención. No podemos permitir que la avaricia y la corrupción sigan devastando nuestros recursos naturales. Es hora de actuar con firmeza y decisión para proteger el manglar, un tesoro natural que no podemos perder. El futuro de nuestras costas, y en última instancia, del planeta, depende de ello.