La salud de la mujer mexicana es un tema crucial que trasciende el ámbito individual. No se trata solo del bienestar de una persona, sino del pilar que sostiene familias, comunidades e incluso la economía nacional. Imaginemos por un momento la fuerza de 67 millones de mujeres, más de la mitad de la población, trabajando, criando familias, impulsando el país. Ahora, imaginemos el impacto que tiene en todos los niveles cuando esa fuerza se ve mermada por la falta de acceso a la salud.

El panorama actual nos muestra una realidad compleja. Millones de mujeres, muchas de ellas jefas de hogar, cargando con la responsabilidad de sus familias, se ven obligadas a postergar su propio cuidado. La falta de tiempo, la escasez de recursos y las barreras estructurales, como la informalidad laboral, se convierten en obstáculos insalvables para acceder a servicios médicos de calidad. Pensemos en esas 13.5 millones de mujeres que trabajan en la informalidad, sin seguridad social, enfrentando la disyuntiva de atender su salud o alimentar a sus familias. ¿Cómo pueden contribuir plenamente al desarrollo del país si sus propias necesidades básicas no están cubiertas?

Las cifras de mortalidad son alarmantes y nos obligan a reflexionar. Enfermedades del corazón, diabetes y cáncer, padecimientos que en muchos casos podrían prevenirse o tratarse a tiempo, siguen siendo las principales causas de muerte en mujeres. Esto no es solo una tragedia personal para cada familia afectada, sino una pérdida irreparable para el país. Perdemos talento, fuerza laboral, liderazgo y el potencial de millones de mujeres que podrían estar contribuyendo a un México más próspero.

Afortunadamente, existen iniciativas que buscan revertir esta situación. Programas como IMSS-Bienestar y los Programas para el Bienestar representan un paso importante para garantizar el acceso a servicios médicos gratuitos y de calidad. Es fundamental que estos programas lleguen a las mujeres que más los necesitan, a aquellas que viven en zonas marginadas, a las que trabajan en la informalidad y a las que históricamente han sido excluidas del sistema de salud.

La visión de un México donde la salud de las mujeres sea una prioridad no es una utopía, es una necesidad. El Plan Nacional de Desarrollo, con su enfoque en la igualdad sustantiva y los derechos de las mujeres, nos da esperanza. La creación del Sistema Nacional de Cuidados es una muestra del compromiso con este objetivo. Sin embargo, es importante ir más allá de las políticas públicas y generar un cambio cultural que valore y priorice el cuidado de la salud femenina.

Necesitamos promover la prevención, la detección temprana y el acceso a tratamientos oportunos. Necesitamos empoderar a las mujeres para que tomen las riendas de su salud, para que se informen, se cuiden y exijan sus derechos. La salud de las mujeres no es un tema aislado, es un asunto de justicia social, de desarrollo económico y de un futuro mejor para todos. Invertir en la salud de las mujeres es invertir en el futuro de México.