Logo
NOTICIAS
play VIDEOS

Inicio > Noticias > Derecho

11 de junio de 2025 a las 09:20

¿Pasarías la prueba?

La imagen de la justicia romana, con su venda, su balanza y su espada, nos ofrece una poderosa metáfora de lo que debería ser la justicia en cualquier sociedad. Más allá de la representación física, se nos presenta una idea profunda: la justicia no debe ver rostros, fortunas o ideologías, sino hechos. La venda, símbolo de imparcialidad, nos recuerda que la justicia no puede inclinarse ante presiones externas, ni siquiera ante las más nobles intenciones. Debe ser ciega a todo menos a la verdad, representada por los hechos ponderados en la balanza. Y esa balanza, a su vez, debe ser meticulosa, precisa, basada en pruebas tangibles y no en conjeturas o sesgos. Finalmente, la espada, símbolo del poder coercitivo del Estado, no es un instrumento de venganza, sino de cumplimiento. Asegura que las sentencias, basadas en la ley y en la ponderación justa de los hechos, sean respetadas, garantizando así el orden social.

Esta concepción de la justicia trasciende la antigüedad. En el mundo moderno, el Estado, como producto de un pacto social, tiene la obligación fundamental de garantizar la justicia para todos sus ciudadanos. No es una opción, sino un deber supremo, la piedra angular sobre la que se construye la paz social y, a su vez, la prosperidad nacional. Una sociedad justa no solo es más armónica, sino también más productiva. La certeza de que los derechos serán respetados y las obligaciones cumplidas incentiva la inversión, la innovación y el crecimiento económico. Es la base de la confianza que permite a los individuos interactuar y colaborar en la creación de riqueza.

En el ámbito económico, esta justicia se traduce en reglas claras y equitativas. La regulación de los mercados debe asegurar la competencia justa, protegiendo a los consumidores y evitando que unos se beneficien a costa de otros. No se trata de intervenir arbitrariamente, sino de establecer un marco de juego nivelado donde todos tengan la oportunidad de participar y prosperar. El "test de justicia" que se propone no es una mera formalidad, sino una herramienta esencial para evaluar el impacto de las regulaciones y asegurar que no generen desequilibrios ni injusticias.

La ausencia de justicia, por otro lado, tiene consecuencias devastadoras. La desconfianza se instala en la sociedad, las interacciones se reducen y la actividad económica se resiente. La incertidumbre y el temor a la injusticia paralizan la inversión y la innovación, creando un círculo vicioso de pobreza y desigualdad. Cuando los individuos no creen en la justicia del sistema, se ven obligados a recurrir a métodos agresivos para defender sus intereses, lo que erosiona aún más el tejido social.

Por lo tanto, la justicia no es un concepto abstracto o filosófico, sino una necesidad práctica y vital para el funcionamiento de cualquier sociedad. Es la base de la paz, la prosperidad y el desarrollo. Es el deber primordial del Estado y la garantía de una vida digna para todos sus ciudadanos. La imagen de la justicia romana, con su venda, su balanza y su espada, sigue siendo hoy un recordatorio poderoso de la importancia de este valor fundamental. Un valor que debemos proteger y promover incansablemente para construir un futuro más justo y equitativo para todos. No se trata solo de leyes y regulaciones, sino de una cultura de justicia que impregne todas las esferas de la vida social y económica. Un compromiso con la equidad, la imparcialidad y el respeto a los derechos de todos, sin excepción.

Fuente: El Heraldo de México