
11 de junio de 2025 a las 21:50
¡Pañales gratis! Caos en Oaxaca tras volcadura
La escena era casi apocalíptica. Un tráiler yacía volcado, su carga de pañales desparramada como confeti blanco sobre el asfalto mojado, contrastando con el verdor intenso de la vegetación que rodea la carretera La Ventosa-Matías Romero, entre Mezquite y El Morrito. La lluvia, incesante en estos días en el Istmo de Tehuantepec, había convertido la vía en una trampa. El reflejo del metal retorcido del tráiler bajo el cielo plomizo parecía un grito silencioso de auxilio.
Pero el auxilio no fue para el conductor, quien afortunadamente salió ileso del percance, sino para la mercancía. En cuestión de minutos, como hormigas atraídas por un terrón de azúcar, decenas de personas de las comunidades aledañas emergieron de la nada. No eran rescatistas, sino oportunistas. La solidaridad se transformó en rapiña. Hombres, mujeres, incluso niños, se abalanzaron sobre los paquetes de pañales como si se tratara de un tesoro caído del cielo. Algunos se limitaban a recoger lo que estaba al alcance de la mano en la carretera, mientras que otros, más osados, descendían por el barranco donde había terminado el tráiler, arriesgando su propia integridad física por unos cuantos paquetes.
La imagen era desoladora: un frenesí de manos ávidas que se apoderaban de todo lo que podían cargar. La carretera, convertida en un improvisado mercado, mostraba la fragilidad de la línea que separa la necesidad de la codicia. Algunos rostros reflejaban una urgencia casi desesperada, mientras que otros mostraban una euforia inexplicable, como si se tratara de un juego macabro.
La llegada de las fuerzas de seguridad fue tardía e insuficiente. Observaban impotentes cómo la mercancía desaparecía en manos de la multitud. Sus llamados a la calma, a la razón, se perdían en el bullicio de la rapiña. La escena era un recordatorio brutal de la compleja realidad social que se vive en la región, donde la pobreza y la falta de oportunidades se entrelazan con la impunidad.
Las autoridades, con un dejo de resignación en sus comunicados, hacen un llamado a la responsabilidad y a la empatía, exhortando a los automovilistas a extremar precauciones en la zona. Pero la pregunta que queda flotando en el aire es ¿cómo se combate una problemática tan arraigada? ¿Cómo se reconstruye el tejido social cuando la solidaridad se desmorona ante la posibilidad de un beneficio, aunque sea a costa del infortunio ajeno? La rapiña no es un fenómeno aislado, es un síntoma de una enfermedad social más profunda que exige una reflexión seria y una acción contundente. Mientras tanto, la lluvia sigue cayendo sobre el Istmo, lavando la escena del saqueo, pero no la huella de la impunidad. El eco de la rapiña resonará por mucho tiempo en la memoria colectiva, como un recordatorio de que la línea entre la necesidad y la codicia es, a veces, tan delgada como un pañal mojado. Y la ausencia de consecuencias, un caldo de cultivo para que se repita la historia.
Fuente: El Heraldo de México