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11 de junio de 2025 a las 18:20
Imelda Garza: Julián extraña a Maribel.
El silencio entre Maribel Guardia e Imelda Garza Tuñón continúa, una tensa calma que se extiende como una sombra sobre la familia Figueroa. A pesar de la distancia y los procesos legales que las separan, un pequeño hilo de esperanza se asoma entre las grietas del conflicto: la intuición maternal de Imelda, que percibe la añoranza de su hijo, José Julián, por su abuela paterna.
En una reciente aparición ante la prensa, Imelda Garza, con una mezcla de serenidad y tristeza en la voz, confesó sus sospechas. Aunque Juliancito, con la inocencia propia de sus ocho años, no ha expresado abiertamente la falta que le hace Maribel, su madre percibe una ausencia, un vacío que solo la figura de su abuela podría llenar. "Hay cosas que como hijo no me platica a mí", admitió Imelda, dejando entrever la complejidad de las emociones que un niño de su edad atraviesa en medio de una situación familiar tan delicada. Si bien Juliancito guarda silencio con su madre, Imelda intuye que el pequeño encuentra consuelo y desahogo en la compañía de sus amigos, con quienes seguramente comparte sus inquietudes y sentimientos respecto a la tensa relación entre su madre y su abuela.
La joven actriz se esfuerza por crear un ambiente de estabilidad para su hijo, protegiéndolo del torbellino mediático y legal que la rodea. Si bien José Julián es consciente de la existencia de un conflicto con Maribel, Imelda ha optado por no ahondar en los detalles, priorizando la tranquilidad y el bienestar emocional de su pequeño. Sus días transcurren entre juegos, risas infantiles y conversaciones propias de su edad, un refugio de normalidad en medio de la tempestad.
A pesar del distanciamiento, un gesto de paz ha florecido entre las dos mujeres: la aceptación por parte de Imelda de los regalos de cumpleaños que Maribel envió a su nieto. Un pequeño detalle, un símbolo de esperanza en la reconciliación. Este acto, aunque simple, sugiere un tenue rayo de luz al final del túnel, una posibilidad de reconstruir los lazos familiares rotos. El tiempo, como un bálsamo curativo, tendrá la última palabra. Mientras tanto, la incertidumbre se mantiene, dejando en el aire la pregunta de si la distancia entre abuela y nieto podrá, finalmente, ser salvada. Solo el futuro dirá si este pequeño paso hacia la reconciliación se convertirá en un camino firme hacia la paz familiar. La historia, sin duda, continuará escribiéndose.
Fuente: El Heraldo de México