
11 de junio de 2025 a las 15:30
Horror: Padres asesinados frente a escuela
El eco de las detonaciones aún retumba en la memoria de quienes presenciaron la tragedia. Un acto de violencia inusitada que ha teñido de sangre las calles de Guayaquil, específicamente el sector de Mucho Lote, dejando a dos niños huérfanos y a una comunidad entera sumida en el terror. La frialdad del crimen, perpetrado a plena luz del día y a escasos metros de una escuela primaria, nos confronta con la cruda realidad que se vive en algunos sectores de nuestra ciudad. Las imágenes, que circulan con la virulencia de un virus en redes sociales, son un testimonio brutal de la deshumanización que implica el sicariato. Ver al asesino disparar repetidamente, incluso cuando las víctimas ya yacen inertes en el asfalto, es una escena que perturba la conciencia y nos obliga a reflexionar sobre la escalada de violencia que nos azota.
Más allá del horror inmediato, este doble homicidio destapa una problemática compleja y multifacética. La presencia de tatuajes en los cuerpos de las víctimas, que podrían vincularlos con grupos delincuenciales, nos habla de un submundo donde la vida parece perder valor y la muerte se convierte en una herramienta de poder. La facilidad con la que los sicarios se movilizan, utilizando una tricimoto para acercarse a sus víctimas y grabar el crimen como un macabro trofeo, evidencia la audacia y la impunidad con la que operan estas bandas.
La consternación de los vecinos de Mucho Lote es palpable. Sus testimonios, cargados de angustia e indignación, pintan un panorama desolador donde la inseguridad se ha apoderado de las calles. El tráfico de drogas, los asesinatos y la constante amenaza de la violencia son una realidad cotidiana que los mantiene en vilo. Su clamor por mayor presencia policial y acciones concretas para combatir la delincuencia es un llamado urgente a las autoridades para que asuman su responsabilidad y protejan a la ciudadanía.
Este doble crimen no es un hecho aislado. Forma parte de una ola de violencia que golpea con fuerza a Guayaquil, transformando espacios públicos, incluso aquellos destinados a la educación y la formación de nuestros niños, en escenarios de terror. La suspensión de clases en la escuela afectada y las medidas de precaución tomadas por otros centros educativos de la zona son un reflejo del miedo que se ha instaurado en la comunidad.
¿Hasta cuándo seguiremos siendo testigos pasivos de esta espiral de violencia? ¿Qué medidas concretas se implementarán para frenar el accionar de las bandas criminales y devolver la tranquilidad a las calles de Guayaquil? Estas son las preguntas que resuenan con fuerza en la mente de todos y que exigen respuestas urgentes. La vida de nuestros hijos, la seguridad de nuestras familias y el futuro de nuestra ciudad dependen de ello. La indiferencia no es una opción. Debemos unirnos como sociedad y exigir un cambio radical que nos permita vivir en paz y construir un futuro mejor para las próximas generaciones. No podemos permitir que la violencia se normalice y que el miedo se convierta en nuestro pan de cada día.
Fuente: El Heraldo de México