
11 de junio de 2025 a las 09:30
Domina tus miedos
La historia nos susurra al oído, con la insistencia de un eco incesante, la misma melodía de temor y control. Desde los albores de la civilización, el poder ha bailado un vals macabro con el miedo, usándolo como herramienta para someter, dominar y perpetuar su reinado. Robert Peckham, en su reveladora obra "Miedo. Una historia alternativa del mundo", descorre el velo de la historia oficial para mostrarnos la verdadera cara del poder: un rostro pálido y angustiado, obsesionado con la amenaza constante de la disidencia. Los poderosos, aislados en sus torres de marfil, perciben sombras acechantes en cada esquina, enemigos invisibles que susurran conspiraciones en la oscuridad. Su paranoia, alimentada por la incertidumbre y la fragilidad de su posición, los empuja a construir un intrincado laberinto de estrategias defensivas, un juego de ajedrez donde cada pieza puede ser un traidor potencial.
La escena de la serie "Shogun", con la sutil sabiduría del político que estudia el viento en lugar de intentar dominarlo, nos revela la verdadera esencia del poder: la capacidad de anticipar, de adaptarse, de manipular las fuerzas que nos rodean en lugar de enfrentarnos a ellas de manera frontal. El poder no se impone, se ejerce con la precisión de un cirujano, con la delicadeza de un artesano que moldea la arcilla del destino. Y a veces, incluso, se ejerce con la belleza engañosa del verso, ocultando tras la cadencia de las palabras la fría lógica del control.
Peckham, con la agudeza de un historiador perspicaz, nos recuerda que el miedo ha sido, es y será el mensaje predilecto del poder. Un mensaje que se propaga como una enfermedad contagiosa, paralizando la voluntad de las masas y silenciando las voces disidentes. La guillotina, la garrota, los fusilamientos, la horca, los corazones ofrendados a dioses crueles… todos ellos son instrumentos de un mismo concierto macabro, una sinfonía del terror que resuena a través de los siglos.
En nuestros días, el teatro del poder continúa representando la misma obra, con nuevos actores y escenarios, pero con el mismo guion ancestral. El chivo expiatorio, ese personaje recurrente en la tragedia del poder, es utilizado como una cortina de humo para distraer la atención de los verdaderos problemas. Los migrantes, los extranjeros, los diferentes, se convierten en el blanco de la ira y el miedo, en el símbolo de todos los males que aquejan a una sociedad en declive. Donald Trump, maestro del infoentretenimiento y la manipulación mediática, comprendió a la perfección la necesidad de un antagonista, un enemigo al cual culpar de las frustraciones de una nación herida. Su famoso "You're Fired", pronunciado con la teatralidad de un reality show, se convirtió en el himno de una era marcada por la polarización y el miedo.
Azorín, con la maestría de su pluma, nos ofrece una lección magistral sobre la naturaleza del poder en su obra "El político": "Ha dicho un filósofo que los humanos, no pudiendo hacer que lo justo sea fuerte, han hecho que lo fuerte sea justo". Una frase lapidaria que resume la esencia misma de la injusticia, la perversión del derecho, la imposición de la fuerza bruta sobre la razón y la ética. El poder, en su afán de perpetuarse, redefine los conceptos de justicia y verdad, adaptándolos a sus propios intereses. Lo que es fuerte se convierte en justo, simplemente porque tiene la fuerza para imponerse. Y así, la historia continúa su curso, marcada por la eterna lucha entre el poder y la resistencia, entre el miedo y la esperanza.
Fuente: El Heraldo de México