La Liga MX, otrora un ejemplo de competencia y ascenso deportivo, se ha transformado en un escenario de inexplicables decisiones que marginan a los equipos de la Liga de Expansión, arrebatándoles la posibilidad de ascender. Esta metamorfosis, orquestada por directivos que bien podrían ser llamados mercenarios, ha implementado un plan maquiavélico para perpetuar la división y proteger a equipos intrascendentes como Querétaro, Tijuana, Puebla, Atlas o Santos Laguna, cuyo gris desempeño aleja a los espectadores y apaga la llama de la competencia. Estos equipos, cobijados por la ausencia del descenso, no tienen incentivos para luchar, ofreciendo un espectáculo mediocre que desanima a la afición. Y si hablamos de mediocridad, el tema del play-in y el repechaje merecen un capítulo aparte, una distorsión del formato que premia la inconsistencia y diluye la importancia del torneo regular.

La apelación ante el TAS de seis equipos de la Liga de Expansión ha destapado una serie de turbiedades, como la retirada del subsidio mensual de dos millones de pesos que se les otorgaba para su subsistencia. Con un cinismo que indigna, los directivos de la Liga MX confirmaron la existencia de una cláusula que condiciona dicho apoyo económico a la renuncia de cualquier demanda o apelación contra la Federación. Ivar Sisniega, en un acto de flagrante extorsión, ha confirmado públicamente este mecanismo de presión para silenciar a los equipos de la Liga de Expansión e impedirles luchar por su legítimo derecho a ascender. Es una táctica anticuada, reminiscente de oscuros pasajes de la historia de México, donde la persuasión se ejerce a través de la amenaza y la coacción.

Afortunadamente, la resistencia se organiza. Diez equipos iniciaron la batalla, seis persisten en la lucha, decididos a enfrentar las intimidaciones y a defender sus aspiraciones. Han declarado que, incluso ante la amenaza de jugar con "futbolistas de 10 pesos", no claudicarán. Es irrisorio, casi cómico, que un directivo haya tenido la osadía de anunciar públicamente semejante medida, una declaración que podría ser utilizada como prueba en contra de los "peces gordos" de la primera división ante el tribunal internacional.

Los equipos demandantes tienen en sus manos una poderosa herramienta. Las declaraciones de Sisniega, prueba irrefutable del cinismo con el que operan los dirigentes de la Liga MX, deberían ser presentadas ante el TAS para que en Suiza se conozca la magnitud de la injusticia.

Nos han arrebatado la Libertadores, la Sudamericana, las Copas Américas se han vuelto eventos ocasionales. Han impuesto un formato execrable, con el play-in y la reclasificación, que fomenta la mediocridad en el máximo circuito. Nos quejábamos del pacto de caballeros y las malas prácticas de Decio de María, Justino Compeán y compañía, pero ahora, ante la abominación de la nueva generación de dirigentes, casi se extraña la "antigua" corrupción. La situación actual es una afrenta al espíritu deportivo, una traición a la ilusión de los equipos de la Liga de Expansión y un insulto a la inteligencia de la afición. La lucha por el ascenso no es solo una cuestión de deportividad, sino una batalla por la justicia y la transparencia en el fútbol mexicano.