
11 de junio de 2025 a las 09:25
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La sombra del autoritarismo se cierne sobre Estados Unidos, susurran algunos, y dos eventos recientes alimentan el creciente temor: el despliegue militar en Los Ángeles y el inusual desfile militar en Washington. ¿Simple coincidencia o una calculada estrategia de Donald Trump? Para muchos, especialmente en el bando demócrata, la respuesta es clara: se trata de un preocupante paso hacia la consolidación del poder, un eco de regímenes que creíamos relegados a los libros de historia.
El argumento se construye sobre la base de la aparente desconexión entre los hechos. Por un lado, la respuesta militar a las protestas en Los Ángeles contra las redadas migratorias. Una respuesta, dicen los críticos, desproporcionada, innecesaria, una demostración de fuerza donde bastaba el diálogo. Las imágenes de militares patrullando las calles, de vehículos incendiados y banderas ondeando, se presentan como la justificación perfecta para la mano dura, para la "necesaria" intervención del poder militar. Pero, ¿qué hay detrás de esas imágenes? ¿Una genuina amenaza a la seguridad nacional o una orquestada puesta en escena para justificar medidas autoritarias?
Por otro lado, el desfile militar en Washington, un despliegue de poderío bélico que coincide, "casualmente", con el cumpleaños del presidente. Un espectáculo que, para muchos, evoca las imágenes de regímenes autoritarios, donde la fuerza militar se exhibe no como garante de la democracia, sino como herramienta de intimidación. La coincidencia con el aniversario del ejército, argumentan, es un débil intento de disfrazar la verdadera intención: normalizar la presencia militar en las calles, acostumbrar a la ciudadanía a la visión de tanques y soldados como parte del paisaje cotidiano.
La preocupación se agudiza al recordar las declaraciones pasadas de Trump, su deseo, a veces expresado abiertamente, de utilizar al ejército para "controlar" situaciones domésticas. En su primer mandato, asesores más moderados lograron contener sus impulsos, pero el panorama actual es diferente. Rodeado de figuras que ven en la mano dura la única solución, el presidente parece tener vía libre para llevar a cabo sus planes. Las protestas en Los Ángeles se convierten, entonces, en la oportunidad perfecta. Una oportunidad para manipular la narrativa, presentar a los manifestantes como una amenaza a la estabilidad del país y justificar la intervención militar.
La crisis migratoria, las tensiones raciales, la polarización política… un cóctel explosivo que Trump, según sus detractores, utiliza a su favor. Las imágenes de caos y violencia, amplificadas por los medios de comunicación, se convierten en la excusa perfecta para implementar medidas que erosionan las bases de la democracia. ¿Se trata de una estrategia calculada? ¿De un peligroso juego de poder? El tiempo, como siempre, tendrá la última palabra. Mientras tanto, la sombra del autoritarismo se alarga, sembrando la duda y el temor en el corazón de la nación. ¿Será Estados Unidos capaz de resistir la tentación del autoritarismo? ¿O sucumbirá, como tantas otras naciones antes, al canto de sirena del poder absoluto? La respuesta, aún incierta, se escribe día a día en las calles, en las decisiones políticas, en la voz de quienes se niegan a callar.
Fuente: El Heraldo de México