
Inicio > Noticias > Salud Mental
11 de junio de 2025 a las 03:45
Crisis en la Frontera: Adicciones al Alza
La crisis migratoria en la frontera sur de México, específicamente en Chiapas, continúa revelando profundas cicatrices humanas. Más allá de las cifras y las estadísticas, se esconden historias de dolor, desesperanza y la lucha constante por la supervivencia. El reciente informe de la Fundación Chiapaneca para Mujeres Migrantes (CHIMUMI) nos da una visión desgarradora de la realidad que viven miles de migrantes en su tránsito por México. Tres de cada cinco, en su mayoría hombres, buscan refugio en el alcohol y las drogas, una señal alarmante de los traumas que cargan consigo. No se trata simplemente de adicción, sino de una búsqueda desesperada por silenciar el dolor, por anestesiar las memorias de la violencia, la pérdida y la incertidumbre que los persigue. Imaginemos el peso emocional de abandonar su hogar, su familia, su vida entera, para enfrentarse a un futuro incierto, plagado de peligros. El estrés postraumático, la depresión y la ansiedad se convierten en compañeros de viaje, fantasmas que los acechan en cada paso.
CHIMUMI, como un faro en medio de la tempestad, brinda apoyo y esperanza a quienes se atreven a cruzar la frontera en busca de un futuro mejor, o al menos, un presente menos doloroso. Cien mujeres atendidas por depresión, con cuadros que van de moderados a graves, son un testimonio del sufrimiento silencioso que muchas padecen. Mujeres que, además de las dificultades propias de la migración, enfrentan la vulnerabilidad de género, expuestas a la violencia, la discriminación y la explotación.
El consumo de drogas y alcohol no se limita a un grupo específico. Jóvenes de apenas 18 años, incluso mujeres cubanas que, si bien no consumen drogas, recurren al alcohol y al tabaco como vía de escape. Venezolanos y haitianos, con el tabaco como fiel compañero, buscan una momentánea calma en medio del caos. La falta de espacios e instituciones especializadas para atender las adicciones en la frontera sur, especialmente en Tapachula, agrava la situación. La ausencia de un tratamiento profesional y adecuado deja a estas personas a la deriva, expuestas a recaídas y a un círculo vicioso del que es difícil escapar. Incluso, quienes logran acceder a algún tipo de ayuda, se enfrentan a la posibilidad de sufrir abusos físicos, sexuales y psicológicos, un horror que se suma a la larga lista de traumas que ya cargan sobre sus hombros.
La psicóloga Ana Lidia Ovando Gordillo, directora del Centro de Integración Juvenil (CIJ), confirma esta preocupante realidad: el consumo de alcohol, drogas y tabaco está directamente relacionado con los trastornos emocionales que sufren los migrantes, como la depresión y la ansiedad. La migración en Chiapas se ha convertido en una bomba de tiempo, una crisis humanitaria que exige atención inmediata. La saturación de los servicios públicos en ciudades como Tapachula, el hacinamiento en los albergues, la falta de atención médica y los retrasos en los trámites migratorios, son solo la punta del iceberg.
La violencia, la extorsión, la trata de personas y el abuso sexual son amenazas constantes que acechan a los migrantes en su camino. A esto se suma la discriminación y la xenofobia por parte de algunos sectores de la población local, un muro invisible que los aísla y los margina aún más. La falta de políticas públicas integrales que atiendan la problemática migratoria de manera humana y digna, deja a miles de personas en un limbo legal y emocional. Chiapas, como puerta de entrada a México, necesita apoyo urgente para afrontar esta crisis. No podemos seguir ignorando el clamor de quienes buscan refugio y una oportunidad para reconstruir sus vidas. Es nuestra responsabilidad, como sociedad, tenderles una mano y brindarles el apoyo que necesitan para sanar sus heridas y mirar hacia el futuro con esperanza.
Fuente: El Heraldo de México