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11 de junio de 2025 a las 19:05

Cerditas guardianas: ¿Mascotas o protección contra el acoso?

La imagen de una joven paseando un cerdito con correa por las calles de París, Roma o Madrid, como si se tratase de un caniche o un chihuahua, se ha convertido en un fenómeno viral que ha trascendido las fronteras digitales y ha aterrizado en el complejo debate sobre la seguridad ciudadana en Europa. Lo que a simple vista podría interpretarse como una excentricidad, una moda pasajera o incluso una muestra de cariño hacia estos animales inteligentes y sociables, esconde una realidad mucho más compleja y preocupante: el creciente temor de algunas mujeres, especialmente jóvenes, ante el acoso en espacios públicos.

El trasfondo de esta tendencia, según apuntan diversos medios locales y testimonios recogidos en redes sociales, se vincula a la percepción de inseguridad generada por la llegada de inmigrantes musulmanes, para quienes el cerdo es considerado un animal impuro. La creencia es que la presencia de un cerdito podría disuadir a posibles agresores de acercarse, creando una barrera invisible de protección. Esta práctica, aunque novedosa en su forma, se suma a otras estrategias de autodefensa que las mujeres han empleado históricamente ante la amenaza de la violencia, reflejando una inquietante realidad: la necesidad de sentirse seguras en su día a día.

La preocupación por la seguridad, especialmente en el transporte público y en las calles de grandes ciudades, no es infundada. Estudios recientes, como el del Observatorio Nacional de Violencia contra las Mujeres en Francia, muestran un aumento significativo de los casos de violencia sexual en el transporte público, afectando principalmente a mujeres jóvenes. Si bien es importante no generalizar ni estigmatizar a ningún colectivo, la percepción de inseguridad ligada a la inmigración se ha convertido en un tema recurrente en el debate público, alimentando la polarización y la búsqueda de soluciones, a veces desesperadas, por parte de la ciudadanía.

El debate en torno a la efectividad de esta medida es complejo. Mientras algunas mujeres defienden su derecho a protegerse de la forma que consideren oportuna, argumentando que se trata de una estrategia no violenta, otros cuestionan su eficacia real e incluso su trasfondo ético. ¿Es realmente disuasorio pasear un cerdo? ¿No contribuye esta práctica a estigmatizar a toda una comunidad religiosa basándose en prejuicios? ¿No existen otras alternativas más efectivas y menos controvertidas para abordar el problema de la inseguridad?

La adopción de cerditos como “escudos protectores” no es más que la punta del iceberg de un problema mucho más profundo. Refleja el miedo palpable de muchas mujeres que se sienten vulnerables en su entorno y la necesidad urgente de implementar políticas públicas que garanticen su seguridad de manera integral. No se trata de criminalizar a la inmigración, sino de abordar las causas subyacentes de la inseguridad, promoviendo la integración social, la educación en valores y, sobre todo, garantizando la justicia y la protección a todas las víctimas de violencia, sin importar su origen o religión. El debate sobre la presencia de cerdos en las calles europeas nos obliga a reflexionar sobre el tipo de sociedad que estamos construyendo y las medidas que debemos tomar para asegurar la convivencia pacífica y la seguridad de todos sus miembros. Mientras tanto, la imagen de esas jóvenes paseando a sus cerditos se convierte en un símbolo, quizás involuntario, de la fragilidad y la búsqueda constante de seguridad en un mundo cada vez más complejo.

Fuente: El Heraldo de México