
10 de junio de 2025 a las 21:00
Trump considera usar al ejército contra protestas en California
La sombra de la Ley de Insurrección se cierne sobre California, avivando las llamas de un debate que trasciende las fronteras del estado dorado. La posibilidad de que el presidente Trump invoque esta ley, con el poder que conlleva de desplegar las Fuerzas Armadas en territorio nacional, ha generado una onda expansiva de reacciones, desde la indignación hasta la preocupación, pasando por la incertidumbre. ¿Estamos realmente ante una insurrección, o se trata de una exageración política? ¿Justifica la violencia de algunos manifestantes la militarización de las calles?
El eco de 1807, año en que se promulgó la Ley de Insurrección, resuena en el presente con una fuerza inusitada. La historia nos recuerda que esta ley se ha utilizado en momentos de profunda convulsión social, desde la Guerra Civil hasta el movimiento por los derechos civiles. Ahora, en pleno siglo XXI, la posibilidad de su aplicación en California abre un nuevo capítulo en la compleja relación entre el poder federal y los estados.
La visión de Trump, que afirma que algunas zonas de Los Ángeles ya están sumidas en una insurrección, contrasta con la de muchos californianos, que ven en las protestas una expresión legítima, aunque a veces desbordada, del descontento social. La acusación de que muchos manifestantes son "insurrectos a sueldo" añade leña al fuego, polarizando aún más el debate y dificultando la búsqueda de soluciones.
El fantasma de 1992, cuando George H.W. Bush desplegó la Guardia Nacional en Los Ángeles tras el caso Rodney King, planea sobre la situación actual. Aquellos disturbios, con su saldo de muertos, heridos y destrucción, dejaron una profunda cicatriz en la ciudad y en la conciencia colectiva del país. ¿Estamos condenados a repetir la historia, o podemos encontrar un camino diferente?
La llegada de 700 marines a Los Ángeles, uniéndose a los 4.000 miembros de la Guardia Nacional ya desplegados, intensifica la militarización de la ciudad. La imagen de vehículos militares recorriendo las calles, de soldados patrullando los barrios, genera una sensación inquietante, una atmósfera de estado de sitio que contrasta con la imagen idílica que muchos tienen de California.
Las protestas, originadas por la intensificación de las redadas contra inmigrantes, han ido creciendo en intensidad y complejidad. Si bien la mayoría de las manifestaciones han sido pacíficas, los episodios de violencia y los enfrentamientos con la policía han empañado la imagen del movimiento. La pregunta clave es: ¿cómo separar la legítima protesta de los actos vandálicos? ¿Cómo garantizar el derecho a la manifestación sin poner en riesgo la seguridad pública?
La situación en California es un microcosmos de las tensiones que atraviesan la sociedad estadounidense. La polarización política, la desigualdad social, la inmigración, el racismo… son temas complejos que requieren un diálogo profundo y constructivo. La invocación de la Ley de Insurrección, lejos de solucionar los problemas, podría agravarlos, abriendo una brecha aún mayor entre los diferentes sectores de la sociedad.
El futuro de California, y quizás el del país, se juega en estos momentos. La necesidad de encontrar un equilibrio entre el orden y la libertad, entre la seguridad y el derecho a la protesta, es más urgente que nunca. El mundo observa con atención el desarrollo de los acontecimientos en el estado dorado, esperando que la razón y el diálogo prevalezcan sobre la confrontación y la violencia.
Fuente: El Heraldo de México