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10 de junio de 2025 a las 06:15

Sacerdote asesinado: Resuelto misterio de 700 años

La historia del sacerdote John Forde, asesinado a plena luz del día en la concurrida calle de Cheapside en 1337, nos transporta a un Londres medieval lleno de intrigas, pasiones prohibidas y una justicia a menudo esquiva. Imaginen el escenario: el bullicio del mercado, los mercaderes pregonando sus mercancías, el aroma a especias y carne asada flotando en el aire… y de repente, la brutal irrupción de la violencia. Cuatro hombres, como sombras surgidas del infierno, se abalanzan sobre Forde mientras conversa con su colega, el sacerdote Hasculph Neville, a escasos pasos de la imponente catedral de San Pablo. Un destello de acero, el grito ahogado de la víctima… Hugh Lovell, con una daga de 30 centímetros, le cercena la garganta. John Strong y Hugh Colne, antiguos sirvientes de una familia noble, descargan sus puñales en el abdomen del sacerdote. Forde cae muerto en el acto, ante la mirada atónita de la multitud. Nadie interviene. El terror, la impunidad del acto, paraliza a los testigos. ¿Quiénes eran estos hombres? ¿Qué los motivó a cometer semejante atrocidad en un lugar tan público? La respuesta, sepultada durante siglos en los archivos de la historia, ha sido desenterrada gracias a la minuciosa labor de los investigadores del proyecto Medieval Murder Maps de la Universidad de Cambridge.

La clave del misterio reside en la figura de Ela Fitzpayne, una mujer de la nobleza, casada con el barón Robert Fitzpayne, y protagonista de un romance prohibido con el propio John Forde. Imaginen el escándalo que debió suponer en la época: una noble, desafiando los rígidos códigos morales de la Iglesia, entregada a una pasión clandestina. El arzobispo de Canterbury, Simon Mepham, descubrió el affaire en 1332. La condena fue implacable: Ela fue excomulgada y sometida a humillantes penitencias públicas. Cada otoño, durante siete largos años, debía caminar descalza por la catedral de Salisbury, portando una pesada vela de cera, despojada de sus joyas y vestimentas lujosas. Una imagen que, sin duda, resonaría en la memoria colectiva de la época. La hipótesis de los investigadores es que Forde traicionó a Ela, revelando su secreto al arzobispo. La humillación, la sed de venganza, la habrían consumido hasta orquestar el brutal asesinato.

Pero la historia no termina ahí. Los antecedentes de los implicados añaden una nueva capa de complejidad al caso. En 1321, Ela, su esposo Robert y el propio Forde participaron en un violento asalto a un priorato benedictino francés. Un acto de pillaje, quizás motivado por las crecientes tensiones entre Inglaterra y Francia en los años previos a la Guerra de los Cien Años. Este episodio revela una relación previa entre los tres, una complicidad que se transformaría en un triángulo amoroso y, finalmente, en tragedia. El asesinato de Forde, más que un crimen pasional, se asemeja a un ajuste de cuentas, una venganza ejecutada con la frialdad y la precisión de un acto mafioso, como señala el profesor Manuel Eisner, líder del proyecto.

La justicia medieval, a menudo lenta e ineficaz, apenas rozó a los culpables. Un jurado identificó a los asesinos, pero afirmó desconocer su paradero. Solo Hugh Colne fue capturado y encarcelado cinco años después. La sombra protectora de la poderosa familia Fitzpayne parece haber amparado a los demás. Sin embargo, siglos después, la justicia histórica, gracias al trabajo incansable de los investigadores y a la digitalización de antiguos documentos judiciales, ha logrado reconstruir los hechos con un detalle asombroso, arrojando luz sobre las oscuras maquinaciones que llevaron al asesinato de John Forde. Este caso, más allá de su valor histórico, nos ofrece una fascinante ventana al pasado, permitiéndonos vislumbrar las complejas relaciones de poder, las pasiones desatadas y las intrincadas redes de influencia que tejían la vida en la Inglaterra medieval. Una época donde el amor, la traición y la venganza se entrelazaban en un drama tan real como la vida misma.

Fuente: El Heraldo de México