La inesperada renuncia de Pedro Alberto Velázquez Castro, hasta ahora encargado de la Seguridad y Resguardo del Patrimonio Cultural del INAH, ha generado una ola de interrogantes y especulaciones en el ámbito cultural mexicano. Su dimisión, confirmada oficialmente por la Secretaría de Cultura y aceptada por el director general del INAH, Diego Prieto, llega en un momento especialmente delicado, marcado por el cierre temporal de varios museos en la capital del país, una situación que ha encendido las alarmas sobre la vulnerabilidad de nuestro invaluable patrimonio.

La chispa que detonó esta crisis fue la preocupante falta de personal de seguridad en diversos recintos culturales, una deficiencia atribuida al incumplimiento de las empresas privadas contratadas para la vigilancia. Imaginen la escena: museos emblemáticos, tesoros de nuestra historia, cerrados al público por la ausencia de la protección necesaria. Una imagen que contrasta dolorosamente con la importancia que estos espacios tienen para la identidad nacional y la difusión cultural.

Este vacío de seguridad no solo ha despertado críticas hacia la gestión de Velázquez Castro, sino que también ha puesto en evidencia la fragilidad del sistema actual de protección del patrimonio. ¿Cómo es posible que la seguridad de bienes tan preciados dependa de la precariedad de contratos con empresas privadas? ¿Qué garantías tenemos de que situaciones similares no se repitan en el futuro? Estas son preguntas que exigen respuestas claras y contundentes por parte de las autoridades.

Ante la gravedad de los hechos, la Secretaría de Cultura, bajo la dirección de Claudia Curiel de Icaza, ha ordenado una revisión exhaustiva de los cuerpos de seguridad en todos los espacios gestionados por el INAH. Una medida urgente e indispensable para garantizar la protección de nuestro legado cultural y permitir la reapertura de los museos afectados. Sin embargo, esta revisión no puede limitarse a un simple diagnóstico. Debe traducirse en acciones concretas que fortalezcan los mecanismos de seguridad y eviten que la historia se repita.

El silencio de Velázquez Castro tras su renuncia añade un nuevo elemento de misterio a este panorama. ¿Cuáles fueron las razones que lo llevaron a tomar esta decisión? ¿Se trata de una simple asunción de responsabilidades o hay algo más detrás de su partida? Mientras tanto, la incertidumbre sobre quién ocupará su puesto genera aún más inquietud. La elección del nuevo encargado de seguridad será crucial para recuperar la confianza y asegurar la protección del patrimonio cultural.

La Secretaría de Cultura ha reiterado su compromiso con la salvaguarda de nuestro legado histórico y la mejora de los protocolos de seguridad. Pero más allá de las declaraciones, se necesitan acciones concretas y transparentes. La sociedad mexicana exige una gestión responsable y eficiente que garantice la preservación de nuestros tesoros culturales para las generaciones futuras. El futuro de nuestro patrimonio está en juego, y no podemos permitirnos más fallos en su protección. Es hora de actuar con decisión y responsabilidad.