
10 de junio de 2025 a las 09:35
El Poder Judicial: ¿bajo control?
La pregunta que resuena en los oídos de todos es: ¿qué celebramos? ¿Un proceso democrático que apenas rozó un dígito de participación? La legitimidad de esta elección se desvanece ante la apatía generalizada, un triunfo indiscutible del voto nulo, la voz silenciosa pero contundente de un pueblo desencantado. El resultado de la elección judicial deja un sabor amargo, una sensación de profunda inquietud. No se trata solo de las consecuencias institucionales, del avance implacable de Morena hacia un poder absoluto, sin contrapesos que protejan a los ciudadanos de sus excesos. Se trata de la confirmación de todos los temores que se expresaron durante el proceso de la reforma judicial.
La división de poderes, pilar fundamental de una democracia sana, se ha vuelto una quimera. La elección no fue ganada por la ciudadanía, ni por el voto libre y secreto. Se impusieron los acuerdos cupulares, las negociaciones entre líderes sindicales, organizacionales y partidistas, la nueva élite que se dice del pueblo, pero que actúa a espaldas del pueblo. La antipatía y la indiferencia ciudadanas desmontan la farsa de la supuesta "exigencia popular" de reforma. Y, lo más preocupante, la coincidencia casi perfecta entre los "acordeones" del oficialismo y los resultados de la elección en la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) deja al descubierto la verdadera intención: controlar el máximo tribunal con perfiles afines a su proyecto.
Acción Nacional siempre ha abogado por una auténtica Reforma Judicial, una que acerque la justicia a quienes menos tienen. Pero lo ocurrido dista mucho de fortalecer las Fiscalías, capacitar a los Ministerios Públicos para atender adecuadamente a las víctimas o dotar a jueces y magistrados de las herramientas necesarias para impartir justicia. Lo que sí se ha logrado es consolidar el discurso político del régimen, su obsesión por acaparar la totalidad del poder.
El futuro se vislumbra sombrío y predecible. Sin una auténtica división de poderes, los abusos se multiplicarán y no habrá instancia capaz de frenarlos. ¿A quién acudiremos? ¿A una Corte convertida en comparsa? La corrupción, lejos de disminuir, se agravará. La incongruencia entre el discurso y las acciones del régimen se volverá aún más evidente. Sin un Poder Judicial autónomo e imparcial, la solución de conflictos se alejará del marco legal y se resolverá en los pasillos del poder, a través de la influencia y la voluntad de unos pocos. Dentro de los circuitos judiciales, la ley dejará de ser la brújula de la justicia, reemplazada por las exigencias del grupo en el poder, disfrazadas de "voluntad de la mayoría", una mayoría que ni siquiera alcanzó el 10% del padrón electoral.
¿Hay motivos para celebrar? Quienes hoy se congratulan con discursos de falsa democracia, quienes abrieron la puerta al poder ilimitado, se lamentarán en el futuro. Hemos retrocedido años de progreso democrático, seducidos por la aventura de una nueva autocracia, con demasiados ecos de un pasado que la desmemoria se empeña en borrar. Con la voz de quien anuncia lo indeseable, les digo: "bienvenidos a la autocracia".
Fuente: El Heraldo de México