El fútbol femenino está en plena ebullición. A un año del Mundial 2026, la conversación en torno al deporte rey no puede ignorar el crecimiento exponencial del fútbol femenil. Ya no se trata solo de un espacio en la cancha, sino de una demanda por la igualdad, el reconocimiento y la visibilidad que merecen estas atletas. La pasión que despierta este deporte en las gradas y en las pantallas de todo el mundo es una prueba irrefutable de su poderío.

La reciente Copa Mundial Femenina de la FIFA 2023, celebrada en Australia y Nueva Zelanda, fue un hito histórico. Los récords de asistencia y audiencia pulverizaron cualquier expectativa, demostrando el creciente interés del público. Este fenómeno no es casualidad, sino el resultado de años de lucha y dedicación por parte de jugadoras, entrenadoras, directivas y aficionadas que han impulsado el fútbol femenino a niveles insospechados.

El interés comercial no se queda atrás. Gigantes como Nike y otras marcas globales han apostado fuerte por el fútbol femenino, inyectando recursos que contribuyen a mejorar las infraestructuras, los salarios y las condiciones de las jugadoras. Esta inversión no solo es un reflejo del potencial económico del deporte femenino, sino también de un cambio cultural significativo hacia la inclusión y la equidad.

Sin embargo, el camino hacia la igualdad aún es largo. Las diferencias salariales y el acceso desigual a recursos en comparación con el fútbol masculino siguen siendo una asignatura pendiente. Es imperativo que las federaciones, los clubes y las organizaciones internacionales redoblen sus esfuerzos para cerrar estas brechas y garantizar que las futbolistas tengan las mismas oportunidades que sus homólogos masculinos. La lucha por la equidad salarial no es solo una reivindicación justa, sino una condición necesaria para el desarrollo sostenible del fútbol femenino.

A pesar de los obstáculos, la lucha por la igualdad ha forjado una comunidad sólida y empoderada. Las jugadoras han alzado la voz, utilizando sus plataformas para visibilizar la desigualdad y abogar por los derechos laborales. Se han convertido en auténticos modelos a seguir, inspirando a niñas y mujeres de todo el mundo a perseguir sus sueños y a luchar por un futuro más justo. El fútbol femenino se ha convertido en un símbolo de empoderamiento y un motor de cambio social.

México, en particular, ha experimentado un crecimiento notable en el fútbol femenino. La Liga MX Femenil ha ganado popularidad y se ha consolidado como una plataforma vital para el desarrollo del talento local. La pasión por el fútbol femenino es palpable en todo el país, desde las canchas locales hasta los estadios más importantes.

Con el Mundial 2026 en el horizonte, México tiene una oportunidad única para impulsar aún más el fútbol femenino. Si bien el torneo será masculino, su impacto en el ecosistema deportivo nacional puede generar un efecto dominó positivo para el fútbol femenino. La Copa Mundial Femenina de la FIFA 2031, que México coorganizará con Estados Unidos, representa una oportunidad histórica para consolidar el crecimiento del deporte y demostrar al mundo el potencial del fútbol femenino mexicano.

El futuro del fútbol es femenino. El talento, la pasión y la dedicación de las jugadoras son innegables. Como sociedad, aficionados y líderes deportivos, tenemos la responsabilidad de apoyar este movimiento y construir un futuro donde el deporte sea un espacio de igualdad y oportunidad para todos. El Mundial 2026 debe ser un recordatorio de que el fútbol femenino merece el mismo reconocimiento y apoyo que el masculino. El balón está en nuestra cancha.