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10 de junio de 2025 a las 13:00

Descubre el Patrimonio Vivo

El fuego danza en el taller de San Pedro Tlaquepaque, Jalisco. No es un fuego destructor, sino uno que da vida, que moldea el vidrio en formas caprichosas y útiles. Para Cintia Bonizu Corona Hernández, heredera de cuatro generaciones de vidrieros, no se trata solo de un oficio, es una herencia, un orgullo que corre por sus venas con la misma fluidez que el vidrio fundido. En Guicho Corona. Taller Estudio, el legado del abuelo Luis, un octogenario recientemente retirado, se mantiene vivo. Él les enseñó el respeto al fuego, la delicadeza del vidrio y la magia de transformarlo en arte. Desde pequeños dijes hasta elaborados juegos de copas, cada pieza es una muestra de la maestría artesanal que presentarán en Original: Encuentro de Arte Decorativo y Utilitario. Imaginen el calor del horno, los óxidos metálicos pintando el vidrio incandescente, el soplido preciso que da forma a la burbuja inicial… un proceso casi alquímico que se repite con cada pieza, imbuidas con la historia de una familia que ha hecho del vidrio su lenguaje. No es solo soplar y dar forma, es una danza con el tiempo, una lucha contra el enfriamiento del material, un acto de creación que se renueva con cada pieza. Cintia, su hermana, su hijo y otras 10 personas mantienen viva esta tradición, desafiando la tecnología que amenaza con homogeneizar la producción. En sus manos, cada pieza es única, un testimonio del trabajo manual, del detalle minucioso que solo un artesano puede lograr.

A miles de kilómetros, en Temalacatzingo, Guerrero, Juan Vázquez Menor, un artesano náhuatl de 69 años, continúa la tradición familiar de la laca sobre madera. La madera del colorín, árbol de flor roja, se transforma en sus manos en cajas, jícaras y juguetes, cada uno con una historia que contar. Desde niño, Juan aprendió el arte de bruñir la madera, de aplicar los colores con el corazón, como él mismo dice. Para él, cada pieza es un fragmento de su alma, una expresión de su identidad, un legado que busca trascender el tiempo. Más que objetos, son portadores de memoria, reflejos de una cosmovisión ancestral. Su taller, más que un espacio de trabajo, es un santuario donde se preservan las historias y la sabiduría de su pueblo. Juan no solo crea artesanías, cultiva maíz y frijol, manteniendo un vínculo profundo con la tierra que lo nutre. Su participación en Original no es solo una oportunidad de venta, es un acto de reivindicación, una plataforma para que la voz de los artesanos indígenas sea escuchada. En un mundo inundado de plástico, Juan lucha por mantener viva la tradición, por recordar la importancia de los objetos con alma, aquellos que nos conectan con nuestras raíces y con la historia de nuestras familias. Sueña con llevar su arte más allá de las fronteras, con que el mundo conozca la riqueza cultural de su pueblo.

Mientras tanto, en San José de la Zorra, Ensenada, Baja California, María de los Ángeles Carrillo Silva, artesana kumiai, teje con junco y salsa la historia de su pueblo. Cada cesta que crea es un canto de resistencia, una afirmación de su identidad. Desde niña, observó a sus tías y abuelas tejer el sawil y el jilú, cestas que simbolizan la armonía de la pareja kumiai. Para María, el tejido es más que un oficio, es la voz de sus ancestros, un legado que se niega a desaparecer. Su participación en Original, por tercer año consecutivo, es un testimonio de su compromiso con la preservación de su cultura. Este año, María forma parte del Consejo de Arte Decorativo y Utilitario, un logro que le permite abrir nuevos caminos para otros artesanos. Sin embargo, la lucha continúa. La escasez de junco y salsa, la invasión de su territorio, son desafíos constantes. María hace un llamado a las autoridades para proteger las zonas naturales y los derechos de las comunidades indígenas. Su sueño es que el arte decorativo alcance el reconocimiento que merece, que se valore la belleza y el diseño que nace de las manos de los artesanos. Cada pieza que teje es un acto de memoria, un puente entre el pasado y el futuro, una esperanza para las nuevas generaciones que heredarán este valioso legado. El tejido, para María, es un acto de amor, una forma de mantener viva la llama de su cultura.

Fuente: El Heraldo de México