Logo
NOTICIAS
play VIDEOS

Inicio > Noticias > Política

10 de junio de 2025 a las 09:15

Consejos prácticos: Lo bueno y lo malo

La reciente reunión binacional sobre tráfico de armas entre México y Estados Unidos, aunque representa un avance en el diálogo, nos deja con un sabor agridulce. Más de cien funcionarios reunidos, horas de debate, intercambio de información… y al mismo tiempo, la Suprema Corte estadounidense desestima una demanda crucial de México contra fabricantes de armas. ¿Es esto un verdadero compromiso o una elaborada pantomima? Mientras se estrechan manos y se firman acuerdos, la realidad en nuestras calles grita una verdad incómoda: el flujo de armas continúa, alimentando la violencia que desangra a nuestro país.

La sentencia de la Suprema Corte, amparada en tecnicismos legales, blinda a la industria armamentística estadounidense de cualquier responsabilidad. Un escudo jurídico que protege a quienes se benefician de la muerte y la destrucción. ¿Justicia? No, impunidad. Una impunidad que se traduce en miles de armas cruzando la frontera, en manos de criminales que siembran terror en nuestras comunidades. Se habla de control, de cooperación, pero la realidad es que la producción masiva de armas continúa sin freno, como una máquina insaciable que se alimenta del dolor ajeno.

Es una hipocresía flagrante. Estados Unidos señala con el dedo acusador a los cárteles mexicanos, los etiqueta como terroristas, mientras simultáneamente les proporciona el arsenal para su guerra. Es un círculo vicioso, un juego perverso donde las víctimas siempre somos nosotros. Washington se lamenta del narcotráfico, de la violencia, pero cierra los ojos ante la raíz del problema: el flujo indiscriminado de armas que sale de sus propias fábricas. ¿Cómo podemos confiar en un aliado que nos vende la cura con una mano y el veneno con la otra?

La designación de los cárteles como organizaciones terroristas por parte del expresidente Trump añade otra capa de complejidad a este escenario. Si estos grupos son terroristas, ¿qué son entonces las empresas que los arman? ¿Cómplices? ¿Facilitadores? La respuesta es incómoda, pero evidente. Al proteger a la industria armamentística, Estados Unidos se convierte, de facto, en un patrocinador indirecto del terrorismo que dice combatir. Es una contradicción que no puede ser ignorada, una verdad que se impone a pesar de los vericuetos legales y las declaraciones diplomáticas.

¿Qué podemos hacer frente a esta doble moral? No podemos quedarnos de brazos cruzados. Debemos exigir acciones concretas, no solo palabras vacías. Necesitamos que Estados Unidos asuma su responsabilidad en esta crisis. No se trata solo de cooperación, se trata de justicia. Justicia para las víctimas, justicia para México. Es hora de romper este círculo vicioso y construir un futuro donde la paz no sea un sueño imposible, sino una realidad tangible. El futuro de nuestros hijos depende de ello.

Fuente: El Heraldo de México