La angustia se extiende como una sombra sobre las comunidades de Santa María Alotepec y San Juan Cotzocón, en la sierra Mixe de Oaxaca. La desaparición del pequeño Iker Iván Marcelino González, de tan solo un año y seis meses, ha conmocionado a la región y movilizado a un creciente número de personas decididas a encontrarlo. Cada minuto que pasa se convierte en una daga clavada en el corazón de su familia, que se aferra a la esperanza de volver a abrazarlo.

El pasado 5 de junio, un día que quedará grabado a fuego en la memoria de sus seres queridos, Iker se encontraba con su madre y su prima de 14 años, quien tiene discapacidad del habla, en los límites de ambos municipios. En un instante, un terrible vacío. El pequeño Iker y su prima desaparecieron. Horas después, la adolescente fue encontrada, con la mirada perdida en el horror, comunicando a través de señas la desgarradora noticia: dos hombres se habían llevado a Iker.

La incertidumbre se ha apoderado de la región. ¿Quiénes son estos hombres? ¿Cuáles son sus intenciones? Las preguntas retumban en cada rincón, mientras la familia, con el alma en vilo, distribuye la ficha de búsqueda del pequeño, con la esperanza de que alguien, en algún lugar, tenga información que pueda conducir a su paradero.

La Fiscalía de Oaxaca ha activado la Alerta Amber, un llamado urgente a la solidaridad y a la colaboración ciudadana. La imagen de Iker, con su inocente rostro, se multiplica en redes sociales, en carteles pegados en las calles, en las noticias de la televisión y la radio. Una oración colectiva se eleva al cielo, pidiendo por su regreso sano y salvo.

La Comisión Estatal de Búsqueda de Personas Desaparecidas (CLB Oaxaca) trabaja incansablemente contra el reloj. Binomios caninos recorren palmo a palmo la zona, siguiendo el rastro del pequeño Iker. Cada pista, por mínima que sea, se analiza con meticulosidad. La tecnología también se ha sumado a la búsqueda, con drones sobrevolando las áreas de difícil acceso, donde la densa vegetación y la complicada orografía dificultan las labores de rastreo.

El presidente municipal, consciente de la gravedad de la situación, ha puesto a disposición todos los recursos a su alcance. Expertos en búsqueda y rescate asesoran a los equipos desplegados en el terreno, mientras la comunidad se une en una cadena humana de solidaridad. Vecinos, amigos y voluntarios recorren incansablemente las montañas, con la esperanza de encontrar alguna señal, alguna pista que los lleve hasta Iker.

La madre del pequeño, con el corazón destrozado, revive una y otra vez los momentos previos a la desaparición. La angustia la consume, pero se niega a perder la esperanza. Su voz se une a la de miles de personas que claman por el regreso de Iker. La solidaridad se ha convertido en un bálsamo en medio del dolor, un rayo de luz en la oscuridad.

La investigación sigue su curso, con la declaración de testigos y la recopilación de evidencias. Las autoridades mantienen herméticas las líneas de investigación, pero aseguran estar trabajando arduamente para esclarecer los hechos y traer de vuelta a Iker a los brazos de su familia. Mientras tanto, la esperanza se mantiene viva, como una llama que se niega a apagarse en la oscuridad. Cada día, cada hora, cada minuto cuenta. La búsqueda de Iker continúa.