
9 de junio de 2025 a las 09:40
Supera tu ruptura
La inesperada disputa entre Donald Trump y Elon Musk ha acaparado la atención mediática, generando una ola de incertidumbre que se extiende más allá de las fronteras estadounidenses. El choque de titanes, uno del mundo político y el otro del tecnológico, expone una profunda contradicción en el corazón de la administración Trump. Si la llegada de Musk se pregonaba como la solución para adelgazar la burocracia y optimizar el gasto público, ¿cómo se explica la creciente demanda de presupuesto y el aumento del endeudamiento, contradiciendo incluso las promesas de campaña del propio Trump? Esta paradoja nos invita a reflexionar sobre la complejidad de la gestión pública y las dificultades que conlleva la imposición de una nueva cultura organizacional desde fuera.
La historia nos ofrece ejemplos de cómo la experiencia en la gestión administrativa militar ha impulsado el crecimiento de empresas en la posguerra, gracias a la aplicación de técnicas de planificación y organización. Sin embargo, el camino inverso, el de trasladar la lógica empresarial al ámbito público, es un terreno mucho más resbaladizo. La naturaleza misma de la administración gubernamental, enfocada en el bienestar social y la consecución de objetivos políticos, a menudo implica el uso de recursos públicos sin un retorno económico inmediato, como las inversiones en programas sociales.
En este contexto, los recursos son finitos, una realidad que algunos gobernantes se resisten a aceptar, poniendo en riesgo la estabilidad económica de sus países. Trump se encuentra en una encrucijada: por un lado, la presión de gastar sin límite en busca de popularidad y bienestar social, y por el otro, la necesidad de una disciplina fiscal que, si bien limita el crecimiento a corto plazo, asegura la sostenibilidad a futuro. Cabe preguntarse si la motivación de Musk era realmente la eficiencia, o si se dejó llevar por una visión simplista de la burocracia como un ente ineficiente, innecesario e incorregible. No sería el primero ni el último en caer en esta trampa. Recordemos, por ejemplo, la llegada de administradores del sector privado al gobierno mexicano durante la presidencia de Fox, una experiencia que, lejos de traer la anhelada eficiencia, terminó en diversas formas de corrupción, siendo la principal de ellas la ineficiencia.
En el ámbito gubernamental, la rendición de cuentas a menudo se ve limitada por controles parciales, lo que dificulta la implementación de sistemas de metas y objetivos medibles, tan comunes en la gestión privada. A diferencia de las empresas, donde los resultados determinan la viabilidad del negocio y la permanencia de los responsables, en el sector público la evaluación del desempeño es más compleja y susceptible a influencias políticas.
Otro factor a considerar es el rol del gobierno como regulador del desempleo, lo que explica la prolongada permanencia de los empleados en las burocracias. En países como México, donde el Estado es el principal generador de empleo, esta función cobra aún mayor relevancia. ¿Dónde encontrarían trabajo los egresados de ciencias sociales y humanidades en regiones con escasa actividad industrial?
La burocracia estadounidense, con su tamaño, lentitud y elevado costo, ha generado un complejo círculo vicioso entre el gasto público, los contratistas y los legisladores. Estos últimos aprueban presupuestos que se redirigen a sus distritos para asegurar la lealtad política de sus electores. Romper este ciclo requeriría una transformación profunda hacia un Estado más ágil y eficiente, pero los intereses creados se defenderán con uñas y dientes, utilizando las mismas estructuras burocráticas que han construido. ¿Alguien cree realmente que la DEA está interesada en ganar la “guerra contra las drogas” si eso implica su propia desaparición? Las medidas drásticas de Trump, impulsadas por jóvenes inexpertos, no se tradujeron en una búsqueda de eficiencia, sino en una poda indiscriminada que generó caos e incertidumbre.
Este enfrentamiento público entre Trump y Musk no solo pone de manifiesto la fragilidad de la administración actual, sino que también alimenta la incertidumbre sobre el rumbo de la economía internacional. Las decisiones, aparentemente impulsivas y desinformadas, de ambos actores, abren la puerta a un posible reemplazo o control por parte del vicepresidente, quien, al igual que China, observa en silencio el desarrollo de los acontecimientos.
POR DAVID NÁJERA
EMBAJADOR DE MÉXICO, ACTUALMENTE PRESIDE LA ASOCIACIÓN DEL SERVICIO EXTERIOR MEXICANO WWW.ASEMX.ORG @ASEM_SRE
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Fuente: El Heraldo de México