El descenso de la pobreza laboral al 33.9% en el primer trimestre de 2025 no es solo una estadística alentadora, sino un testimonio palpable del impacto de un proyecto de transformación que prioriza el bienestar del pueblo. Significa que más familias mexicanas pueden acceder a la canasta básica alimentaria, trascendiendo la mera subsistencia para alcanzar una vida digna, con oportunidades y justicia. Este logro no es producto de la casualidad, ni de un supuesto "goteo" de la riqueza, sino el resultado directo de políticas públicas enfocadas en fortalecer el ingreso familiar.

Recordemos las décadas en las que se argumentaba que los bajos salarios eran el precio de la competitividad internacional. Se nos vendía la idea de una "estabilidad" económica que en realidad ocultaba la incapacidad de muchos hogares para cubrir sus necesidades básicas. Mientras las grandes empresas acumulaban ganancias récord, los salarios se estancaban, revelando la falacia del modelo neoliberal y su promesa rota de prosperidad compartida.

El humanismo mexicano, en cambio, ha demostrado que es posible aumentar el salario mínimo sin desatar la inflación, defender los derechos laborales sin ahuyentar la inversión. Al contrario, la inversión se fortalece cuando el bienestar se convierte en política de Estado, impulsando un crecimiento económico desde la base, inclusivo y equitativo.

La reducción de la pobreza laboral es el reflejo de una agenda de justicia social integral que va más allá de las transferencias monetarias. Se trata de un nuevo modelo económico centrado en el bienestar, donde el Estado asume un rol activo en la garantía de derechos, la redistribución de oportunidades y la reducción de las brechas históricas de desigualdad. Programas como la Pensión para el Bienestar de Adultos Mayores y Mujeres, las Becas Benito Juárez y Rita Cetina, Jóvenes Construyendo el Futuro, Sembrando Vida, el incremento al salario mínimo y el acceso a servicios públicos estratégicos no son dádivas, sino inversiones que fortalecen el tejido social y promueven el desarrollo humano. Estas acciones no solo combaten la pobreza, sino que también aumentan la resiliencia del país frente a las fluctuaciones económicas, construyendo una economía más justa, estable y soberana.

Este es solo el comienzo. Con la consolidación de la Cuarta Transformación, se busca construir una economía social, inclusiva y sostenible, enfocada en el bienestar real del pueblo mexicano, no en la satisfacción de indicadores abstractos impuestos por organismos internacionales. La prioridad es reducir la pobreza de manera efectiva, ampliar el bienestar y cerrar las brechas de desigualdad que han marcado la historia de México.

Reafirmamos nuestro compromiso con este proyecto de nación, con la convicción de que cuando las familias mexicanas pueden alimentarse mejor, vivir mejor y aspirar a un futuro más próspero, estamos construyendo un país más justo y con un horizonte lleno de posibilidades. "Por el bien de todos, primero los pobres" no es una simple consigna, sino el principio rector de un nuevo pacto social que camina junto al pueblo, escuchando sus necesidades y trabajando para satisfacerlas. Este es el camino hacia un México más próspero y equitativo para todos.