El 7 de junio, Día de la Libertad de Expresión en México, nos encuentra en un momento crucial. No se trata solo de una conmemoración histórica, sino de una llamada urgente a la reflexión ante el complejo panorama que enfrenta este derecho fundamental. Nos hallamos frente a un nuevo modelo de transparencia que, paradójicamente, carece de órganos autónomos verdaderamente funcionales. La Plataforma Nacional de Transparencia (PNT), lejos de facilitar el acceso a la información, se ha convertido en un laberinto burocrático debido a una normatividad ambigua y poco clara. Este escenario dificulta, e incluso impide, que tanto los medios de comunicación como la ciudadanía accedan a la información con la misma fluidez que hasta hace poco tiempo.

El periodismo de investigación, con el invaluable respaldo de los órganos garantes, ha sido una herramienta esencial para destapar casos de corrupción e injusticias profundas en sectores clave como la salud, el trabajo y la educación. Recordemos que, en muchos de estos casos, la primera reacción institucional fue la negación, el ocultamiento. Sin la persistencia de las solicitudes de información y la intervención de autoridades independientes, estas verdades habrían permanecido en la sombra. El periodismo de investigación, serio y libre, es un aliado indispensable en la búsqueda de la verdad y la justicia.

Sin embargo, este periodismo vital se enfrenta a riesgos cada vez mayores: represión, censura, agresiones, intimidación e incluso asesinatos. En todo el mundo, periodistas valientes arriesgan su vida por el simple hecho de informar. A pesar de estas amenazas, el periodismo de investigación sigue siendo la clave para alcanzar la sociedad justa y equitativa que anhelamos.

La actual suspensión de plazos para resolver recursos por negativas de información, aunada a la falta de un órgano garante en funciones, debilita gravemente uno de los pilares fundamentales del periodismo y de la democracia: el acceso a la información. ¿Cómo podemos ejercer plenamente la libertad de expresión si los canales para acceder a la verdad están obstruidos y rodeados de incertidumbre?

Es imperativo recordar que el acceso a la información no es una concesión, es un derecho humano fundamental. Su ejercicio libre y sin represalias es crucial para documentar investigaciones sobre corrupción, injusticias y abusos de poder. Sin estos insumos, la opinión pública se debilita y la democracia se erosiona. La situación actual es grave y exige no solo voluntad política, sino también una activa vigilancia ciudadana. No podemos conformarnos con lamentar la opacidad, debemos exigir transparencia con firmeza. No podemos permitirnos retroceder a una época donde las filtraciones eran la única vía para acceder a la verdad.

El 7 de junio de este año se ha convertido en una jornada de resistencia. Porque la libertad de expresión, si bien nace de la voz de quien escribe, se sostiene con el derecho de todos a saber. En mi libro "Luz en la sombra. Mi camino por la transparencia y el INAI" exploro cómo este derecho ha sido fundamental para revelar verdades incómodas, proteger libertades y transformar realidades.

Sin acceso a la información pública, no existe un periodismo verdaderamente libre. Sigamos exigiendo transparencia, instituciones sólidas y garantías para quienes se dedican a investigar y revelar la verdad. Detrás de cada investigación periodística hay una solicitud de información, un folio, una respuesta oficial que permite confirmar los hechos. No se trata de intuiciones ni de filtraciones, se trata de datos públicos a los que todos tenemos derecho.

La mera disponibilidad de la información no es suficiente. Es necesario que esté ordenada, accesible y que sea analizada con rigor y una perspectiva crítica. Aquí radica la profunda conexión entre el periodismo de investigación y el derecho a saber. Confiamos en que no habrá retrocesos en esta materia, ya que un retroceso en el acceso a la información afectaría directamente a la sociedad informada que aspiramos construir.

Más que conmemorar la libertad de expresión, hoy la tarea es defenderla. Y defender la libertad implica, ineludiblemente, vigilar el poder.