
9 de junio de 2025 a las 10:45
Domina las palabras
En un mundo saturado de información, donde las palabras fluyen a raudales a través de las redes sociales y los medios de comunicación, es fácil olvidar el poder intrínseco que reside en ellas. No son meras vibraciones en el aire, sino fuerzas capaces de moldear nuestra percepción de la realidad, influir en nuestras emociones y, en última instancia, determinar nuestras acciones. Como advertía el filósofo Karol Wojtyla, nuestra historia personal es un "teatro de la palabra viva", un escenario donde los diálogos internos y externos construyen el drama de nuestra existencia.
En tiempos de creciente polarización, donde las diferencias ideológicas se exacerban y las tensiones sociales se intensifican, el lenguaje, lamentablemente, se convierte a menudo en un arma de guerra. Tomás de Aquino, con su agudeza intelectual, ya señalaba que no solo se asesina con espadas, sino también con las palabras. La difamación, la calumnia, la desinformación, la manipulación y la mentira, todas ellas, en sus diferentes formas y matices, pueden ser expresiones veladas de un deseo de aniquilar al otro, de silenciar su voz y borrar su presencia. Cuando las palabras se disocian de la verdad, el bien y la belleza, valores fundamentales de la condición humana, se convierten en herramientas para construir mundos de agresión y resentimiento.
Las teorías de la conspiración, por ejemplo, se nutren de un lenguaje distorsionado, que simplifica la complejidad de la realidad y fomenta la desconfianza y la hostilidad. Este tipo de discurso, al que nos exponemos con tanta frecuencia, crea una mentalidad impermeable a la razón y al diálogo, una "forma mentis" que rápidamente puede derivar en discursos de odio. El lenguaje, por tanto, no es simplemente un vehículo para expresar ideas, sino un performativo, una fuerza capaz de generar efectos concretos en el mundo. Puede sanar, pero también puede destruir.
En este contexto, las palabras del Papa Francisco al director del Corriere della Sera resuenan con una profunda sabiduría: “sientan la importancia de las palabras. Nunca son sólo palabras: son hechos que construyen entornos humanos”. Es un llamado a la responsabilidad, a comprender que cada palabra que pronunciamos o escribimos tiene un impacto en el tejido social. Nos invita a "desarmar las palabras" para desarmar las mentes y, en consecuencia, desarmar la Tierra, construyendo un mundo más pacífico y justo.
El Papa León XIV, en la misma línea, nos insta a purificar la comunicación de prejuicios, rencores, fanatismo y odio, y a promover una comunicación basada en la escucha, especialmente de las voces de los más vulnerables. "Desarmar las palabras" no implica adoptar un lenguaje ingenuo o superficial, sino cultivar una ética de la palabra, un lenguaje que respete la dignidad de cada persona.
No se trata de renunciar a la fuerza argumentativa o a la pasión en la defensa de nuestras ideas, sino de hacerlo desde el respeto y la empatía, reconociendo al otro como un interlocutor válido, incluso en el desacuerdo. Las palabras, cuando se utilizan con sabiduría y responsabilidad, pueden reconstruir mundos, sanar relaciones y escribir nuevas historias. Pueden ser el puente que nos permita superar la división y construir comunidades más justas y pacíficas. En el principio era la Palabra, y en la palabra reside el poder de transformar nuestra realidad. Recuperemos la conciencia de este poder y usémoslo para construir un futuro mejor.
Fuente: El Heraldo de México