
9 de junio de 2025 a las 09:40
¿Crisis migratoria o política?
La tensión se palpa en el aire de Los Ángeles. La movilización de la Guardia Nacional, una imagen que muchos creían relegada a los libros de historia, ha vuelto a la realidad. Dos mil soldados desplegados, no ante una catástrofe natural, no ante una insurrección armada, sino ante lo que la administración Trump define como una "invasión". Una invasión silenciosa, compuesta por manos que siembran los campos, que cuidan a nuestros hijos, que limpian nuestras oficinas, que preparan nuestra comida. Una invasión de rostros morenos, de acentos diversos, de historias de lucha y esperanza.
El eco de las botas militares resonando en las calles angelinas contrasta con el silencio atónito de muchos. ¿Es esta la América que imaginamos? ¿Es esta la respuesta a la búsqueda de una vida mejor? La alcaldesa Baas minimiza la magnitud de las protestas, habla de cientos, no de miles. Pero el gobernador Newsom, con una claridad lacerante, denuncia el "espectáculo" montado por el gobierno federal. Un espectáculo de fuerza, un despliegue innecesario de poder que busca alimentar el miedo, la división, el rechazo al otro.
Y en medio de este escenario, la figura siniestra de Stephen Miller, el arquitecto de las políticas antimigrantes de la Casa Blanca, aprovecha la situación para atizar las llamas del odio. Habla de "insurrección", de un ataque a la soberanía del país, cuando en realidad lo que se ve es la desesperación, la angustia de familias separadas, la lucha por la dignidad.
El fantasma del autoritarismo se cierne sobre la nación. La Guardia Nacional, una fuerza militar, no un cuerpo policial, patrullando las calles. Un precedente peligroso, un eco inquietante de tiempos oscuros. La última vez que se vio algo similar fue en 1965, cuando el presidente Johnson la desplegó para garantizar la integración racial en Alabama. ¿Es acaso la lucha por los derechos civiles, la lucha por la igualdad, una "insurrección"?
La policía migratoria, ICE, actúa con una impunidad alarmante. Redadas, detenciones arbitrarias, abusos de autoridad. No solo contra migrantes indocumentados, sino también contra ciudadanos estadounidenses de origen latino, incluso contra turistas extranjeros. La sed de deportaciones, la obsesión por cumplir con una cuota, ciega la razón y pisotea los derechos humanos.
La derecha radical, con sus discursos incendiarios sobre la "invasión" migrante, ha encontrado en la administración Trump un aliado poderoso. Un aliado que instrumentaliza el miedo, que construye muros no solo de concreto, sino también de odio y desconfianza.
La pregunta que resuena en el aire, cargada de incertidumbre y aprensión, es: ¿hasta dónde llegará esto? ¿Tendrá la Guardia Nacional "manos libres" para actuar? ¿Seremos testigos de un escalamiento de la violencia? El futuro, en este momento, se presenta turbio e incierto. La esperanza, sin embargo, se aferra a la resistencia, a la solidaridad, a la lucha incansable por un país más justo y humano.
Fuente: El Heraldo de México