La escena en el Multiforo Alicia parecía sacada de una película surrealista. Fermín Muguruza, ícono de la contracultura vasca, a punto de encender el escenario en un espacio emblemático de la resistencia cultural, horas antes de un evento crucial para el futuro judicial del país. Nada hacía presagiar la tormenta que se avecinaba. Mientras la élite morenista, ajena a la realidad del Alicia, seguía inmersa en sus rutinas de poder, los progresistas, esos que se creen en el timón, seguramente celebraban la presencia del músico vasco. El Alicia, bastión de la expresión alternativa, ha albergado a infinidad de artistas, convirtiéndose en un amplificador de las voces, a veces disonantes, de la progresía nacional e internacional. Desde el eco zapatista hasta el fervor obradorista, pasando, inevitablemente, por el controvertido nacionalismo vasco que Muguruza encarna desde los ochenta.

De repente, el ambiente festivo se transformó en una atmósfera tensa y opresiva, reminiscente de épocas oscuras. Un despliegue desproporcionado de fuerzas de seguridad, soldados y guardias nacionales armados hasta los dientes, irrumpieron en el recinto con la orden de cancelar el concierto y dispersar a la multitud. La confusión se apoderó del progresismo nacional, incapaz de comprender la lógica detrás de la acción. Algunos, en un intento desesperado por encontrar una explicación, recurrieron al fantasma de Díaz Ordaz, como si la censura y la represión fueran patrimonio exclusivo de la derecha. Un análisis superficial que ignora la larga y compleja historia de la izquierda autoritaria, de los regímenes que han utilizado la fuerza para silenciar a la disidencia. ¿Acaso se han olvidado de la prohibición del rock anglosajón en Cuba, aplaudida por figuras icónicas como el Che Guevara?

El complotismo, ese refugio cómodo para quienes se niegan a ver la realidad, también hizo su aparición. Rápidamente, se propagó la teoría de una provocación orquestada por la derecha, culpando a la alcaldesa de la demarcación, como si tuviera el poder de movilizar al ejército para sabotear un evento ya de por sí cuestionado. Una narrativa fantasiosa que insulta la inteligencia y evade la verdadera raíz del problema.

Compañeros, es hora de abandonar las teorías conspirativas y enfrentar la realidad. La respuesta, aunque incómoda, es simple: están cosechando lo que sembraron. Este episodio, por más doloroso que sea, es un reflejo de las contradicciones inherentes al poder. Un recordatorio de que la represión no distingue ideologías y que la libertad de expresión, una vez conquistada, debe ser defendida con uñas y dientes, sin importar de dónde provenga la amenaza. La suspensión del concierto de Muguruza no es un caso aislado, sino un síntoma de una tendencia preocupante: la creciente intolerancia y la facilidad con la que se recurre a la fuerza para silenciar las voces disidentes. Un llamado a la reflexión para todos aquellos que creen en la democracia y la libertad.