
8 de junio de 2025 a las 19:35
Justicia para Cintia: Un grito que no debe ser ignorado
La tragedia que envolvió a la familia Cerrudo-Giunta sigue proyectando su larga sombra de dolor, a la espera de un atisbo de justicia. El eco de los gritos de Cintia, resonando en la memoria de su madre, Mary Leonielli, se convierte en el desgarrador preludio del juicio que se avecina. Un juicio que, tras más de tres años de angustiosa espera, finalmente parece tomar forma, programado para el 1 de septiembre en el Departamento Judicial de Mercedes. Tres años marcados por la impronta imborrable del horror, por la imagen de Luis Giunta Goyeneche, esposo y padre, transformándose en verdugo ante los ojos de sus propios hijos.
El recuerdo del 8 de enero de 2022 permanece vívido, cruelmente nítido en la mente de Mary. La mañana se tiñó de rojo con la irrupción violenta de Giunta Goyeneche, cuchillo en mano, dirigiéndose directamente hacia Cintia. El forcejeo, las súplicas desesperadas de "¡Mami, me mata!", el sonido sordo de los golpes, todo se entremezcla en una cacofonía de terror que persigue a Mary sin tregua. La imagen de su hija yaciendo en el piso, bajo el ataque incesante de su yerno, es una herida abierta que el tiempo se niega a cicatrizar. El palo con el que intentó defenderla, la impotencia ante lo inevitable, la marcan a fuego. "Jamás me lo voy a perdonar", repite, con la voz quebrada por el dolor. Un dolor compartido por Leonardo y Thiago, los pequeños de 7 y 11 años que, desde el confinamiento de sus habitaciones, fueron testigos auditivos del brutal asesinato de su madre. Un trauma que, sin duda, los acompañará para siempre.
La posterior escena, con Giunta Goyeneche autoinfligiéndose heridas superficiales en un intento de suicidio fallido, mientras imploraba que lo dejaran morir, añade una capa más de complejidad a este drama familiar. Su reclusión desde entonces no ha mitigado el clamor por justicia que resuena en la comunidad. La polémica en torno a las postergaciones del juicio, al menos en dos ocasiones, ha alimentado la impaciencia y la indignación. Se cuestiona la eficiencia del sistema judicial, su capacidad para brindar respuestas y consuelo a las víctimas. La sombra de la impunidad se cierne sobre el caso, amenazando con perpetuar el dolor y la incertidumbre.
El 1 de septiembre se presenta como un punto de inflexión, una oportunidad para que la justicia prevalezca y se haga cargo del peso de este crimen atroz. La posible condena a cadena perpetua para Giunta Goyeneche, si es hallado culpable, no devolverá la vida a Cintia, ni borrará las cicatrices emocionales de su familia. Sin embargo, podría representar un pequeño paso hacia la sanación, un reconocimiento del sufrimiento infligido y un mensaje claro de que la violencia de género no quedará impune. La sociedad, expectante, aguarda el veredicto, con la esperanza de que este caso sirva como un catalizador para la reflexión y la acción, para la construcción de un futuro donde la vida de las mujeres sea valorada y protegida.
Fuente: El Heraldo de México