El sol dominical bañó con su luz la emblemática avenida Paseo de la Reforma, transformándola en un río azul de corredores, risas y energía contagiosa. La Gran Carrera Pascual, en su undécima edición, no sólo conmemoró los 40 años de esta icónica empresa mexicana, sino que tejió un tapiz vibrante de unidad y alegría en el corazón de la Ciudad de México. Desde las primeras horas del día, la Estela de Luz, majestuosa como siempre, se convirtió en el epicentro de esta fiesta deportiva. Familias enteras, desde los más pequeños hasta los abuelos, e incluso las mascotas, llenaron el ambiente con su entusiasmo. El aire se cargó con la música, las porras, el colorido de los globos y la expectativa de los miles de participantes que se congregaron para desafiar los 5 y 10 kilómetros.

Más allá de la competencia, se respiraba un aire de camaradería. Cada corredor, con su propio ritmo y motivación, contribuía a la sinfonía de esfuerzo y superación. Ulises Loza, con el número 1467 ondeando al viento, se coronó como el campeón de los 5 kilómetros, cruzando la meta en un impresionante tiempo de 15 minutos y 17 segundos. Su rostro reflejaba la satisfacción del triunfo, pero también la alegría compartida con todos los que, como él, se atrevieron a desafiar sus límites.

La verdadera victoria, sin embargo, se encontraba en el espíritu de comunidad que inundaba cada rincón. La Gran Carrera Pascual trascendió el ámbito deportivo para convertirse en un ejemplo de responsabilidad social. La eliminación de plásticos de un solo uso y la creación de espacios seguros para todos los participantes demostraron el compromiso de la empresa con un futuro sostenible.

La expectación crecía a medida que se acercaba la hora de la categoría reina, los 10 kilómetros. Todos los ojos estaban puestos en la meta, esperando la llegada del campeón. Finalmente, el dorsal 3594, portado por Javier Vega Luna, rompió la cinta en un tiempo de 31 minutos y 28 segundos. Su alegría, contenida pero palpable, se expandió por la avenida, contagiando a todos los presentes.

La fiesta no terminó con la carrera. Módulos de hidratación, actividades con causa, deliciosa comida y espacios dedicados a los más pequeños extendieron la celebración. Cada detalle, cuidadosamente planeado, reflejaba el compromiso de Pascual con su gente. No se trataba sólo de correr, sino de compartir, de conectar y de celebrar la vida.

La Gran Carrera Pascual se convirtió en un símbolo del esfuerzo colectivo, del trabajo en equipo y del compromiso con un México mejor. Más que una competencia, fue una celebración de la salud, la convivencia y el orgullo de pertenecer a una comunidad que corre unida hacia un futuro lleno de esperanza. Y así, entre aplausos, abrazos y metas cumplidas, se reafirmó la idea de que correr, juntos, es una forma de construir un país más fuerte y unido.