Un eco de voces ancestrales resonó en el majestuoso Teatro Juárez de Oaxaca. Desde las montañas de Hidalgo hasta las fértiles tierras de Michoacán, los cantos en lenguas originarias vibraron con fuerza en el Segundo Concurso de la Canción en Lengua Originaria. Un crisol de culturas, un tapiz sonoro tejido con hilos de zapoteco, mixteco, hñahñu, mazahua y otomí, se desplegó ante un público cautivado. Este encuentro, más que una competencia, fue una celebración de la riqueza lingüística y cultural de México, una afirmación de la identidad y la resistencia.

Imaginen el escenario: las luces tenues, el silencio expectante, y de pronto, la voz de Julio Vallejo, originario de Juchitán, Oaxaca, inundando el teatro con su canción "Ombligo". Una melodía zapoteca que, como su nombre lo indica, conectó con la esencia misma de la vida, con la raíz de un pueblo. Un canto que resonó profundamente en los corazones del jurado y del público, otorgándole el merecido primer lugar.

La magia continuó con la vibrante interpretación del colectivo La Tregua, también de Juchitán, quienes con su "Canasta ancha de flores" transportaron a los presentes a un mundo de aromas y colores, de tradiciones y costumbres zapotecas. Un segundo lugar que supo a triunfo, a reconocimiento del talento y la creatividad.

Y desde las tierras hidalguenses, un cuarteto, cuya música aún resuena en los oídos de quienes la escucharon, se alzó con el tercer lugar, demostrando que la música no conoce fronteras, que las lenguas originarias son puentes que unen corazones.

Este concurso, organizado por las asociaciones Gobernanza Indígena y Afroamericana de México, y Usos, Costumbres y Tradiciones de los Pueblos del Mundo, trascendió las notas musicales. Se convirtió en un poderoso recordatorio de la importancia de preservar y promover las lenguas originarias, un patrimonio cultural invaluable que se enfrenta a la amenaza de la extinción.

La diversidad musical fue asombrosa. Desde los cantos tradicionales, cargados de historia y significado, hasta la fusión con géneros contemporáneos como el rap y la balada, cada presentación fue una muestra de la vitalidad y la capacidad de adaptación de las culturas originarias. La música se transformó en un vehículo para expresar la cosmogonía de cada pueblo, sus creencias, sus sueños, sus anhelos.

La presencia de figuras reconocidas como Luis Adrian, Flor Amargo, Cecilia Rivera y José Fuentes en el jurado calificador, no solo le dio mayor prestigio al evento, sino que también reflejó el compromiso del mundo artístico con la preservación de las lenguas originarias. Su deliberación, sin duda, fue una tarea compleja ante la calidad y la diversidad de las propuestas musicales.

Las palabras de José García, representante de la Gobernanza Indígena y Afroamericana de México, resonaron con fuerza: "La Gobernanza indígena y afroamericana de México sigue trabajando por la defensa de nuestros derechos ancestrales y por mejorar las condiciones de vida de nuestros pueblos". El Segundo Concurso de la Canción en Lengua Originaria no fue solo un evento musical, fue un acto de resistencia, un grito de esperanza, una celebración de la vida que se niega a ser silenciada. Un recordatorio de que la diversidad cultural es la mayor riqueza de México. Y la música, su lenguaje universal.