Logo
NOTICIAS
play VIDEOS

Inicio > Noticias > Política

7 de junio de 2025 a las 09:20

Liberen a Moisés Montoya

La historia de Aniceto, o mejor dicho, Moisés Montoya Mondragón, es un microcosmos de la lucha social y política en México, particularmente en el turbulento periodo de los 80 y 90. Su vida, desde Arcelia, Guerrero, hasta Escárcega, Campeche, estuvo marcada por el arte, la familia numerosa y, sobre todo, un inquebrantable compromiso con la izquierda y la justicia social. Imaginen a este hombre, un artista, un soñador, liderando a un grupo de seis mil almas en Escárcega, un bastión de la izquierda en las controvertidas elecciones de 1988. En aquel entonces, el PRI, como una maquinaria implacable, controlaba el escenario político con métodos que hoy nos resultan repugnantes: fraude electoral, corrupción, represión, y un largo etcétera de prácticas antidemocráticas. Moisés y sus compañeros, inspirados por las figuras de Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez, entre otros, se alzaron contra este sistema. No eran mercenarios, sino ciudadanos comprometidos con un cambio real, con la esperanza de un México más justo.

Escárcega, en 1991, se convirtió en municipio, un hito que prometía desarrollo y prosperidad. Este acontecimiento, narrado por Humberto Manuel Cahuich Jesús, ex presidente municipal, trajo consigo una ola de migración y nuevas oportunidades. Sin embargo, la tragedia llegó con el huracán Roxana en 1995, dejando a su paso un panorama desolador. En medio del caos y la desesperación, con familias enteras sufriendo hambre, el grupo de Moisés tomó una decisión drástica: irrumpir en las instalaciones del DIF, donde se almacenaban alimentos y provisiones, acusando al gobierno municipal de acaparar recursos mientras la población padecía. Este acto, sin duda alguna, cruzó la línea de la legalidad, pero ¿cómo juzgar a hombres desesperados por alimentar a sus hijos, en un contexto de abandono y desidia gubernamental?

Las consecuencias fueron inmediatas: Moisés y sus compañeros fueron encarcelados y torturados en el penal de Campeche. Los testimonios de Rigoberto Cisneros Arredondo, uno de los sobrevivientes, son escalofriantes. Describe torturas inhumanas, un reflejo de la brutalidad del sistema que combatían. La versión de Briseño, otro de los implicados, quien logró escapar a Veracruz, añade otra capa de complejidad a la historia: la infiltración del movimiento por parte del gobierno, una táctica perversa para desprestigiar y desarticular la oposición. ¿Fue el saqueo del DIF una acción espontánea o una trampa orquestada por el PRI? La historia, como a menudo sucede, nos deja con más preguntas que respuestas.

Lo que sí es innegable es el sufrimiento de estos hombres, el precio que pagaron por sus ideales. No sólo sufrieron las torturas físicas y psicológicas en prisión, sino también la persecución posterior, la marginación y la miseria. Sus familias quedaron marcadas por la tragedia. Moisés Montoya Mondragón, el artista, el soñador, el luchador social, murió de cáncer de huesos, una consecuencia, según su hijo, de las torturas sufridas.

Esta historia, más allá de la anécdota, nos invita a reflexionar sobre la compleja relación entre la lucha social, la justicia y el poder. ¿Dónde está la línea entre la legítima protesta y la ilegalidad? ¿Cómo juzgamos las acciones de quienes se rebelan contra un sistema opresor? La historia de Moisés y sus compañeros es un recordatorio de las heridas del pasado, un pasado que no debemos olvidar para construir un futuro más justo y democrático. Es la historia de hombres que, a pesar de sus errores y contradicciones, lucharon por un México mejor, un México que, en parte gracias a su sacrificio, hoy podemos vislumbrar. No se trata de justificar sus actos, sino de entender el contexto en el que ocurrieron, de reconocer su valentía y su compromiso con la justicia social, y de honrar su memoria.

Fuente: El Heraldo de México