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7 de junio de 2025 a las 09:10

El control total: ¿mito o realidad?

La frase "la dictadura perfecta" resonó en México hace más de tres décadas, acuñada por un Vargas Llosa que quizás no calibró del todo la complejidad del sistema político mexicano. Si bien la permanencia indefinida en el poder, característica de una dictadura, no se daba en el México de entonces, sí existía un partido hegemónico, heredero del constitucionalismo, que durante décadas, desde Cárdenas hasta, por lo menos, Miguel de la Madrid, ejerció un control indiscutible. Este partido, con sus luces y sombras, logró una relativa paz social y avances significativos, adaptándose a cada sexenio sin perder el norte constitucional. Recordemos a López Mateos, quien definía su postura como de "extrema izquierda dentro de la Constitución". Una muestra de la flexibilidad ideológica dentro de un marco institucional estable.

Hoy, asistimos a un nuevo escenario: la transición de un partido dominante a otro partido hegemónico, Morena, que ejerce un control vertical sobre el poder Ejecutivo, Legislativo y la mayoría de los gobiernos estatales. Con la controvertida Reforma Judicial, su influencia se extiende aún más, abarcando prácticamente todos los poderes de la nación. Sin embargo, esta concentración de poder no ha venido acompañada de un proyecto político e ideológico claro. Si bien el gobierno de López Obrador impulsó programas sociales y el aumento del salario mínimo, también presenció una mayor concentración de la riqueza en manos del capitalismo nacional. Paradójicamente, presentándose como antineoliberal, respaldó el Tratado de Libre Comercio, máxima expresión del capitalismo contemporáneo.

Claudia Sheinbaum hereda este complejo panorama. La eficiencia en las políticas públicas será crucial para su gobierno. La falta de planeación en las obras emblemáticas del sexenio anterior, como el Tren Maya y la Refinería Dos Bocas, resultó en sobrecostos exponenciales, un lastre que la nueva administración deberá sortear con inteligencia y rigor presupuestario.

Los conceptos de "economía moral", "revolución de las conciencias" y "humanismo mexicano", que marcaron el discurso del anterior gobierno, requieren traducirse en acciones concretas y planes eficaces. Hasta ahora, han sido más declaraciones que realidades tangibles. Mientras tanto, en el ámbito externo, persiste la amenaza de las políticas comerciales, migratorias y de seguridad impuestas por Estados Unidos. Si bien se han logrado avances en el combate al crimen organizado, la incertidumbre prevalece y el camino hacia un crecimiento económico sólido se vislumbra aún lejano. Las proyecciones de crecimiento, tanto de expertos como del Banco de México y la OCDE, pintan un panorama poco alentador.

La anarquía y el desorden provocados por la CNTE, particularmente en la Ciudad de México, son un síntoma de la falta de operación política. Es urgente que el país encuentre un rumbo claro, que el "Plan México" deje de ser una aspiración y se convierta en una realidad palpable.

México no vive una dictadura, pero sí una concentración de poder hegemónico. Sin embargo, dentro del propio gobierno existen fragmentaciones e intereses de grupos disímiles que buscan acceder al control de la nación. La unidad nacional es imperativa, es necesario dejar atrás la confrontación estéril, proveniente no solo de la oposición, sino también de la actitud beligerante de la propia Presidenta. El futuro de México depende de la capacidad de construir consensos y de un liderazgo que privilegie el diálogo y la búsqueda de soluciones para los grandes desafíos que enfrenta el país.

Fuente: El Heraldo de México