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7 de junio de 2025 a las 09:10

Descubre el Paseo de la Reforma

Imaginen el año 1864. El emperador Maximiliano y la emperatriz Carlota, recién llegados a México, se pasean por los jardines del Castillo de Chapultepec. La vista es imponente, pero Carlota, con su mirada europea, visualiza algo más. Sueña con un paseo majestuoso, a la altura de los grandes bulevares parisinos, que conecte el castillo con el corazón de la ciudad. ¿Se inspiró en el esplendor del Boulevard des Tuileries o en la elegancia del Boulevard de l'Impératrice, dedicado a Eugenia de Montijo? Quizás ambas influencias se mezclaron en su mente, dando origen a la visión de lo que hoy conocemos como Paseo de la Reforma.

Cuenta la historia que Carlota, desde su mirador favorito en Chapultepec, señaló a Maximiliano el trazo imaginario de esa avenida soñada. Un camino que no solo uniría dos puntos geográficos, sino que se convertiría en el símbolo de una nueva era para México. Un escenario para el progreso, la modernidad y el encuentro social. Maximiliano, cautivado por la idea de su esposa y con la ambición propia de un emperador, no tardó en poner en marcha el proyecto.

La construcción del Paseo de la Reforma no fue una tarea sencilla. Imaginen a los arquitectos Juan y Ramón Agea, con sus botas hundidas en el lodo de la hacienda de La Teja, supervisando cada detalle de la obra. Visualicen los pesados rodillos de hierro, tirados por animales, compactando la tierra para dar forma a la avenida. Piensen en el esfuerzo de los albañiles y peones, bajo el sol implacable, dando vida a la visión de Carlota.

La elección del trazado no fue casual. Se aprovechó un antiguo camino rural que ya conectaba, de forma natural, el Castillo de Chapultepec con la estatua ecuestre de Carlos IV, conocida como "El Caballito". Este punto de partida, cargado de simbolismo, marcaba la continuidad histórica y la transición hacia un nuevo México.

El proyecto, liderado por un equipo de arquitectos y artistas, entre ellos Carl Gangolf Kaiser, Grube, Hoffman, Ramón Rodríguez, Felipe Sojo, Miguel Noreña y Santiago Rebull, se convirtió en una verdadera obra de arte urbana. Cada detalle, desde el diseño de las glorietas hasta la selección de las especies arbóreas, fue cuidadosamente planeado para crear un paseo digno de un imperio.

Maximiliano, desde su posición privilegiada en el Alcázar de Chapultepec, seguía de cerca el avance de la obra. Se dice que, en ocasiones, visitaba el sitio para supervisar personalmente los trabajos, motivado por la magnitud del proyecto y la visión de su esposa.

El Paseo de la Reforma, a lo largo de sus 161 años de historia, ha sido testigo de innumerables acontecimientos. Desde los elegantes carruajes de la época del Segundo Imperio hasta las manifestaciones multitudinarias de nuestros días, esta avenida ha sido escenario de la historia de México. Un espacio que, concebido como un símbolo de modernidad y progreso, continúa evolucionando y adaptándose a los tiempos, manteniendo viva la esencia de la visión de Carlota. Un paseo que invita a la reflexión sobre el pasado, el presente y el futuro de la ciudad.

Fuente: El Heraldo de México