Tras casi tres semanas de intensa movilización y un plantón que mantuvo en vilo a la Ciudad de México, los maestros de Oaxaca regresarán a las aulas este lunes 9 de junio. La decisión, fruto de un extenso debate de más de nueve horas en la Asamblea Nacional Representativa (ANR) de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), marca un punto de inflexión en la lucha magisterial. Si bien la vuelta a clases representa un retorno a la normalidad para miles de estudiantes oaxaqueños, la historia detrás de esta decisión revela las complejidades y tensiones que aún persisten dentro del movimiento.

La Asamblea, escenario de acaloradas discusiones y posturas encontradas, puso de manifiesto las diferentes visiones dentro de la CNTE. Delegaciones como las de Guerrero, Michoacán y Zacatecas abogaron por mantener la presión en las calles, argumentando la necesidad de respuestas contundentes a sus demandas. Sin embargo, la voz de las bases, consultadas previamente, se impuso. Las Secciones de Oaxaca, Chiapas y la Sección 9 de la Ciudad de México jugaron un papel crucial en la decisión final, inclinando la balanza hacia el levantamiento del plantón y el retorno a las aulas.

Este paso, sin embargo, no significa el fin de la lucha. La CNTE, en un gesto de resistencia y reafirmación de sus reivindicaciones, ha programado una marcha hacia el Ángel de la Independencia para el 6 de junio, seguida de una conferencia de prensa el sábado 7, donde se anunciará la reorganización de la Coordinadora. Estas acciones demuestran que, si bien se regresa a las aulas, la movilización continúa y la lucha por sus demandas persiste.

El regreso a clases en más de 13 mil escuelas de nivel básico en Oaxaca, así como en otros estados con fuerte presencia de la CNTE como Chiapas, Guerrero, Michoacán y Ciudad de México, representa un respiro para la comunidad educativa. No obstante, la situación requiere un análisis más profundo. El llamado al diálogo por parte del secretario de Gobierno de Oaxaca, Jesús Romero López, cobra especial relevancia en este contexto. Su insistencia en que los maestros se deslinden de grupos que buscan desestabilizar el movimiento apunta a la existencia de factores que podrían complicar la búsqueda de soluciones pacíficas y duraderas.

La referencia a los incidentes violentos ocurridos en el edificio del SNTE en la Ciudad de México, donde integrantes de la CETEG irrumpieron y provocaron un incendio, ilustra la fragilidad del momento y la necesidad de mantener la calma y el diálogo abierto. La pregunta lanzada por Romero López resuena con fuerza: "¿Quién quiere romper el diálogo? ¿Quién quiere romper la posibilidad de construir acuerdos?".

La compleja situación financiera del país, mencionada por el gobierno federal en relación a la abrogación de la ley del ISSSTE, añade otra capa de complejidad al panorama. La cifra de casi dos billones de pesos, citada como el costo de esta medida, pone de manifiesto los desafíos económicos que enfrenta el país y la necesidad de encontrar soluciones viables y sostenibles.

En resumen, el regreso a clases en Oaxaca es un paso importante, pero no representa el punto final del conflicto magisterial. El diálogo, la búsqueda de consensos y el deslinde de grupos violentos son claves para construir un futuro en el que la educación sea la verdadera prioridad. El camino hacia una solución definitiva es largo y complejo, y requiere del compromiso y la voluntad de todas las partes involucradas.