
6 de junio de 2025 a las 09:10
Descubre la ciudad sin museos
La inesperada clausura de los museos en la Ciudad de México, la urbe que se jacta de poseer la mayor cantidad de recintos museísticos a nivel mundial, ha desatado una ola de especulaciones y teorías que van desde lo plausible hasta lo francamente descabellado. Inicialmente, una chispa de esperanza, incluso de alegría, me invadió. ¿Acaso estábamos presenciando el albor de una auténtica revolución cultural, una purga iconoclasta que finalmente nos liberaría del yugo del arte "degenerado"? ¿Sería esta la estocada final contra las abstracciones incomprensibles, las performances desconcertantes y las instalaciones que desafían la lógica y el buen gusto? Imaginé un futuro donde las paredes de nuestros museos, liberadas de la "depravación" contemporánea, volverían a exhibir la grandeza del arte figurativo, las escenas históricas y los paisajes bucólicos que enaltecen el espíritu nacional. Recordé con nostalgia aquellas láminas escolares que representaban la gloria del México prehispánico: Quetzalcóatl descendiendo majestuosamente sobre las aguas de Tenochtitlán, Nezahualcóyotl componiendo sus poemas bajo la sombra de un ahuehuete, Cuauhtémoc soportando estoicamente el tormento infligido por los conquistadores. Esa era la verdadera esencia del arte, la que resonaba en el alma del pueblo, la que debía ser preservada y difundida a las nuevas generaciones.
Sin embargo, mi entusiasmo revolucionario se desvaneció rápidamente al conocer la verdadera razón detrás de los cierres: un conflicto con las empresas encargadas de la seguridad de los museos. La posibilidad de que nuestro patrimonio cultural quedara desprotegido, a merced del vandalismo y la delincuencia, me llenó de una profunda inquietud. ¿Qué sería de los tesoros arqueológicos, las obras maestras de la pintura y la escultura, los documentos históricos que dan testimonio de nuestro pasado? ¿Quién se haría responsable si alguna de estas piezas irremplazables sufriera algún daño?
Afortunadamente, la Cuarta Transformación, con su inagotable capacidad de generar soluciones creativas, nos ofrece un abanico de posibilidades para resolver este impasse. Podríamos, por ejemplo, encomendar la seguridad de los museos a alguna de las empresas recomendadas por los "bodocones", esos empresarios visionarios que siempre tienen la respuesta a los problemas del país. O tal vez podríamos recurrir a la CNTE, colocando un piquete de maestros en la entrada de cada museo, quienes, además de garantizar la seguridad, podrían cobrar una cuota de acceso, contribuyendo así a la economía nacional. Incluso podríamos considerar la opción de desplegar al Ejército, con su impecable disciplina y su arsenal de última generación, para proteger nuestros tesoros culturales. ¿Quién osaría desafiar la autoridad de un sargento armado con un fusil Xiuhcóatl?
En última instancia, si ninguna de estas opciones resulta viable, siempre podemos recurrir al ingenio del compañero Pepe, quien, con su proverbial capacidad de movilización, podría convocar a sus huestes de trabajadores para que asuman la noble tarea de custodiar los museos. Después de todo, si fueron capaces de transformarse en granaderos para defender la patria, ¿por qué no podrían convertirse en guardianes de la cultura? En fin, la Cuarta Transformación, como siempre, tiene la respuesta a todos nuestros problemas. No hay motivo para la alarma. La cultura nacional está a salvo en manos del pueblo.
Fuente: El Heraldo de México