La movilidad en la Ciudad de México es un tema crucial, y el Metro, como su principal arteria, se encuentra bajo la lupa de todos. Las recientes declaraciones del director general, Adrián Rubalcava, sobre la reparación de 20 escaleras eléctricas en la Línea 7, inyectan una dosis de optimismo en los usuarios que día a día transitan por este sistema de transporte. No se trata solo de 20 escaleras, se trata de la promesa de un cambio, de una mejora tangible en la experiencia de miles de capitalinos. Imaginen: menos filas, menos tiempo de espera, un flujo más ágil y dinámico en las estaciones. Esto se traduce en minutos ganados, minutos que pueden ser dedicados a la familia, al trabajo, al descanso.

La Línea 7, con sus 139 escaleras eléctricas distribuidas en 14 estaciones, ha sido históricamente una de las más problemáticas en este aspecto. Sus escaleras, algunas de las más largas de la red, representan un desafío técnico y logístico para su mantenimiento. Por ello, el compromiso de Rubalcava de supervisar personalmente cada caso cobra especial relevancia. No es una promesa vacía, es una acción concreta que demuestra la voluntad de atender una demanda ciudadana histórica. La presencia del director en el terreno, verificando los trabajos, escuchando las necesidades de los usuarios, es una señal clara de que se busca un cambio real y profundo.

La instrucción de la jefa de Gobierno, Claudia Brugada, de priorizar el funcionamiento de las escaleras eléctricas, refuerza este compromiso. Se entiende la importancia de este elemento en la dinámica del Metro, especialmente en horas pico, cuando la afluencia de pasajeros es masiva. La puesta en marcha de los equipos 666 y 659 en la estación Constituyentes, que pronto contará con la funcionalidad completa de sus escaleras, es un ejemplo palpable de los avances que se están logrando.

Sin embargo, la responsabilidad no recae únicamente en las autoridades. El llamado a la ciudadanía a cuidar las instalaciones es fundamental. De nada sirve invertir en reparaciones y mejoras si los propios usuarios dañan las escaleras y otros elementos de las estaciones. Es un trabajo conjunto, una corresponsabilidad entre gobierno y ciudadanía para mantener el Metro en óptimas condiciones. El cuidado de los bienes públicos es una muestra de civismo y respeto por el esfuerzo colectivo.

Los recorridos cotidianos que realizará el director general del Metro, con el objetivo de conocer de primera mano las necesidades de los usuarios, son una iniciativa loable. Es importante escuchar las voces de quienes utilizan el transporte a diario, recoger sus sugerencias y atender sus quejas. Solo así se podrá construir un Metro más eficiente, más cómodo y más seguro para todos. La mejora del servicio es un proceso continuo, y la participación ciudadana es clave para alcanzar este objetivo. El Metro es de todos, y entre todos debemos cuidarlo y mejorarlo.